Por Miguel Ángel Cid Cid
Precisamente
por las extrañas operaciones de la Digesett, cientos de ciudadanos llevaban
meses denunciando los abusos cometidos por sus agentes. Los motoristas y
automovilistas se quejaban de los policías de tránsito porque les incautaban
sus vehículos sin justificación y sin apego a las normas legales. Y para colmo,
los vehículos nunca se los devolvían, a menos que no mediara una coima, una
mordida, por debajo de la mesa.
Por ello el
Dr. Pablo Ulloa, Defensor del Pueblo, se desplazó de su oficina de la Tiradente
al lugar de las quejas y entró para verificar el meneo que impera allí. El Defensor
del Pueblo tiene rango Constitucional, una figura equivalente al Procurador
General de la República, pero sin depender de la Presidencia. Un poder que
vigila al Poder, una suerte de Asuntos Internos, pero de toda la Administración
Pública.
En otros
países se denomina Ombudsman. Su función es defender al pueblo de los abusos
que pueden cometer servidores públicos. A eso fue el Dr. Ulloa el lunes11 de
abril pasado al Canódromo El Coco, a enderezar entuertos.
Pero se
encontró de frente con la Coronel Ysabelita de los Santos, oficial a cargo del
lugar. Ella es una mujer sureña robusta, bien papiá, bien masetiá y de
bocasuelta. Salió de su oficina al encuentro del Defensor con un palo de golf
con la intención de usar la cabeza del doctor como la pelota.
La coronela
Ysabelita de los Santos Pérez, proviene de la comunidad La Rancha, Las Matas de
Farfán, San Juan de la Maguana. Lleva 35 años en la Policía Nacional. Fue
subdirectora de la Interpol, del Departamento de Captura y en Recuperación de
Vehículos Robados. Laboró veinte años en la DNCD y fue encargada de Suministro
y luego de Atención al ciudadano de la uniformada. Designada subdirectora del
Canódromo en el 2021. Acaba de ser destituida porque le hizo swing a la cabeza
del Defensor del Pueblo.
Si eso le pasa
a un funcionario público de alto nivel, qué le puede pasar a un ciudadano común
y sin apellido sonoro. Pero esos abusos que denuncian los ciudadanos son solo
una arista del despelote del tránsito vehicular en el país. El caos viene de
lejos.
Hamlet Germán,
ingeniero civil, ex guerrillero y catedrático, dirigió el proceso de creación
de la Autoridad Metropolitana de Transporte con el objetivo de ordenar ese
desorden.
La AMET se
convirtió en un ejemplo nacional. La actuación disciplinada de los agentes inspiraba
respeto a los ciudadanos de a pie y a los que conducían vehículos de motor. La
institución fue creada en septiembre de 1997, mediante el decreto 393-97 y era
una institución independiente de la Policía Nacional.
Sin embargo,
la alegría en casa pobre dura poco. En febrero del 2001, el decreto 238-01
transfirió el departamento de tránsito de la PN a la AMET. Y en el 2004 la Ley
96-04 le dio el golpe de gracia. Es decir, convirtió la AMET en una dependencia
de la Policía Nacional. Ahora a los ciudadanos solo les quedan las añoranzas de
aquel progreso.
No era la
octava maravilla del mundo, pero el entrenamiento al personal les permitía
saber qué hacer en cada caso. Ahí había profesionalidad, cortesía y respeto al
momento de hacer cumplir las normas.
Hamlet quiso
desconcentrar la institución dando nombres acordes a las ciudades donde se
instituían las dependencias regionales. En Santiago, por ejemplo, la AMET se
llamaba “Ametrasan”. Al llegar a Mao, Provincia Valverde, se olían la emboscada
jocosa. Los pobladores decían que allá los agentes se llamarían “Amemao”.
No obstante,
una operación relámpago desmanteló el cerco. Hacer que las instituciones
funcionen apropiadamente en nuestro país crea inconformidad en los altos
mandos. El caos es una mina de oro. Por eso quisieron borrar hasta el nombre de
AMET. Con la complicidad de los políticos consiguieron tachar las huellas de la
disciplina, el orden y el orgullo de hacer lo correcto. No estuvo bien visto
que un guerrillero pasara a ser modelo de policía, sin ganar la guerra.
El Congreso
Nacional duró cerca de 10 años diseñando la artimaña. En el 2017 se promulgó la
Ley 63-17 sobre Movilidad, Transporte Terrestre, Transito y Seguridad Vial de
la República Dominicana. La Ley instituye el Instituto Nacional de Tránsito y
Transporte Terrestre. Para sustituir la AMET, la Ley creó la Dirección General
de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre, adscrita al INTRAN y
dependiente de la Policía Nacional.
Pero el
fantasma del guerrillero sigue ahí. La Visión organizacional dice: “Ser una institución
de vanguardia, comprometida con el mejoramiento continuo de la viabilidad del
tránsito (…)”. Se trataba de una organización revolucionaria, de cambiar
radicalmente el caos por el orden. Peligro.
Lo que
desconocían los políticos y los altos mandos policiales era que el borrador de
huellas lo tenía la coronel Ysabelita de los Santos Pérez. La oficial hace su trabajo
como si estuviera jugando golf. Si las pelotitas huelen a disciplina y orden ella
las golpea con el bastón hasta desaparecerlas.
El Defensor del
Pueblo, Dr. Pablo Ulloa, inocente de esa cruda realidad se expuso demasiado. Y
como no lo esperaba, se sorprendió cuando la coronel Ysabelita le entró con el
palo, en medio de una jauría, que empojaban, galleteaban y si no mordieron fue
porque Dios es Grande. El hecho, gracias a los periodistas presentes, fue
imposible borrarlo.
A ellos
también les tocó su mambo.
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