La Masacre del 9 de Febrero de 1966: Un símbolo de lucha por la justicia y la soberanía en República Dominicana
Por Víctor Castillo (Charin)
El 9 de febrero de 1966 quedó marcado en
la historia dominicana como un día de dolor, pero también de valentía y
resistencia. En esa fecha, una marcha estudiantil pacífica terminó en una
masacre cuando las fuerzas represivas del gobierno atacaron brutalmente a
jóvenes que exigían el reconocimiento del Movimiento Renovador de la
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y protestaban contra la presencia
de tropas estadounidenses en el país. La represión dejó más de 30 heridos y
cuatro estudiantes asesinados, convirtiendo este suceso en un emblema de la
lucha por la justicia, la educación y la soberanía nacional.
Contexto histórico: La invasión
estadounidense de 1965 y sus consecuencias
Para comprender la magnitud de esta
masacre, es fundamental recordar los acontecimientos de la Revolución de Abril
de 1965. Ese movimiento cívico-militar buscaba restaurar el gobierno
constitucional de Juan Bosch, derrocado en 1963. Sin embargo, Estados Unidos
intervino militarmente con la operación “Power Pack”, enviando más de 42,000
marines bajo el pretexto de evitar una supuesta “toma comunista”. En realidad,
su objetivo era proteger sus intereses estratégicos en la región.
La ocupación extranjera provocó una ola
de indignación, especialmente entre los jóvenes universitarios, quienes
consideraban esta intervención como una violación de la soberanía nacional.
Desde las aulas, se organizaron protestas y movimientos en defensa de la
autodeterminación del pueblo dominicano.
El Movimiento Renovador y la lucha por
una universidad autónoma
En este contexto, la UASD se convirtió
en el epicentro de la resistencia. El Movimiento Renovador, integrado por
estudiantes y profesores, luchaba por una universidad más autónoma, democrática
y comprometida con el pueblo. Sus demandas incluían el aumento del presupuesto
para la educación, la eliminación de la injerencia política en la academia y
reformas que garantizaran una enseñanza pública de calidad y accesible.
No obstante, el gobierno provisional de
Héctor García Godoy, sometido a presiones externas, veía estas protestas como
una amenaza al orden establecido, lo que derivó en una escalada de represión
contra los manifestantes.
La marcha del 9 de febrero y la masacre
El 9 de febrero de 1966, cientos de
estudiantes marcharon pacíficamente hacia el Palacio Nacional para exigir sus
derechos. Sin embargo, fueron recibidos con violencia. Las fuerzas de seguridad
dispararon contra los manifestantes, dejando más de 30 heridos y cuatro jóvenes
asesinados:
1. Antonio
Santos Méndez, de 22 años, estudiante de química superior.
2. Miguel
Tolentino Domínguez, activista comprometido con la causa estudiantil.
3. Luis
Manuel Ramón Álvarez Mella, de 18 años, símbolo de la juventud luchadora.
4. Amelia
Ricart Calventi, de apenas 14 años, cuya muerte conmovió al país.
La trágica pérdida de Amelia, tan joven
y llena de sueños, provocó una indignación nacional. Su sacrificio se convirtió
en un símbolo de la lucha por un futuro mejor.
El legado de los mártires del 9 de
febrero
La masacre del 9 de febrero no solo fue
un acto de represión, sino un intento de silenciar una generación que luchaba
por sus derechos. Sin embargo, su sacrificio sirvió como semilla de futuras
conquistas en la educación superior. Con el tiempo, el Movimiento Renovador
logró avances significativos en la UASD, consolidando su autonomía y su papel
como un faro de pensamiento crítico y transformación social.
Estos jóvenes mártires se convirtieron
en un referente de resistencia para las generaciones posteriores, demostrando
que la justicia, la democracia y la soberanía no se regalan, sino que se
conquistan con lucha y compromiso.
Reflexiones finales: La universidad de
hoy y el espíritu del Movimiento Renovador
A más de cinco décadas de aquel trágico
evento, recordar a los mártires del 9 de febrero no es solo un acto de memoria,
sino un compromiso con su legado. Su lucha sigue vigente en un mundo donde
persisten desigualdades y amenazas a la educación pública.
Hoy más que nunca, la UASD debe
recuperar el espíritu transformador del Movimiento Renovador y asumir el reto
de ser una universidad a la altura de su historia. Debe reafirmarse como un
espacio democrático, abierto y plural, donde el pensamiento crítico florezca y
donde se garantice el acceso a una educación pública de calidad. La defensa de
su autonomía y el compromiso con el pueblo dominicano deben seguir siendo sus
principios fundamentales.
Que el ejemplo de Antonio Santos Méndez,
Miguel Tolentino Domínguez, Luis Manuel Ramón Álvarez Mella y Amelia Ricart
Calventi nos inspire a seguir construyendo un país más justo, con una
universidad libre, soberana y al servicio de toda la sociedad.
Prof. Víctor Castillo (Charin)M.A.
Escuela de Psicología UASD.
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