Por Miguel Ángel Cid Cid
La paz mental
y emocional del ciudadano desapareció de golpe. Todo se derrumbó dentro de Cid
y dentro de ti.
Reportes de
prensa desde los Estados Unidos mostraban un escenario sombrío. Observar en la
pantalla de la televisión cómo se trasladaban los cadáveres en camiones
sellados en New York, era desolador. Podían verse cuerpos momificados,
envueltos en bolsas plásticas para ser enterrarlos en fosas comunes.
Si eso sucedió
en New York, la capital comercial del mundo, qué fue en un país pobre y sin
dolientes como el nuestro, murmuraba la gente en sus casas.
Nadie tenía
una solución viable y creíble capaz de devolver el sosiego, prendiendo la llama
de la esperanza a la población.
Pero los
estadounidenses son sabios al elegir a sus gobernantes. Se cuidan siempre de
que —cuando menos el presidente— sea un ser
superdotado.
Es el caso de
Donald Trump, quien se trasmutó en médico y recetó a los ciudadanos —no solo de
EEUU sino a los de todo el mundo— tomar una dosis de cloro diario para evitar
la Covid-19. Algo que muchos ardientemente desearon que hiciera él mismo. Al no
hacerlo, nos brinda la prueba irrefutable de que abundan los charlatanes en
esta tierra, pero escasean los pendejos.
El aumento
creciente de la pobreza
El impacto de
la pandemia de la COVID-19 sobre la pobreza mundial ha sido significativo. Los
países de Latino América comienzan a sentir las consecuencias, identificando
aquí y allí brotes de crisis económicas.
World Vision,
ONG internacional que trabaja con niños en situación de pobreza a nivel
mundial, estimó que la pandemia aumentará la pobreza en los próximos años. Cree
que afectará en especial a los países en desarrollo o del Tercer Mundo.
La ONU por su
lado, estima que alrededor de 689 millones de personas en el mundo se
encuentran en situación de pobreza extrema. El pronóstico —de hacerse real—
podría revertir 20 años de progreso en la reducción del hambre y la mejora de
la salud de millones de niños en todo el mundo, según World Vision.
La vacuna contra
enfermedades contagiosas y letales
Con tal de
atender la emergencia de la COVID-19, se descuidó la vacunación a millones de
personas que padecen enfermedades letales y contagiosas en el mundo.
En Colombia
más de 26 millones de personas corren riesgo de contraer enfermedades
infecto-contagiosas. El peligro se debe a la reducción de la cobertura de
vacunas que ocasionan los sistemas sanitarios saturados por la Covid-19, nos
advierte la CEPAL.
La sobre
atención a la Covid, además, trajo un aumento del contagio de otras enfermedades
como el dengue y la gripe común, ya que fueron relegadas a un segundo plano.
La violencia
doméstica
El
confinamiento multiplicó el roce entre los integrantes de las familias debido a
que se pasaban todo el día bajo el mismo techo, dando vueltas como perros mordiéndose
las colas. Ésta situación excepcional generó y podría seguir generando el
crecimiento de la violencia contra niñas, niños y adolescentes.
La CEPAL
estima que “el deterioro progresivo de los factores socioeconómicos en la
última década ha reducido elementos esenciales de protección y puede generar un
incremento aún más marcado de la violencia (…) debido al confinamiento”.
El deterioro
progresivo de las economías familiares y nacionales, por la crisis que desató
la pandemia pone en riesgo el presente y el futuro de la niñez. Les dificulta aprovechar
las oportunidades del entorno debido a la violencia, vaticina la CEPAL.
Por todo ello,
la pandemia se llevó la tranquilidad sociopolítica relativa. Se llevó la mediana
estabilidad económica, responsable del crecimiento sostenido del PIB en varios
países de Latino América y el Caribe. Se llevó la capacidad de prever el futuro
para hacer planes coherentes.
Sólo nos trajo
dolor, lágrimas y el sentimiento leve e insoportable de lo frágil de la vida en
este mundo.
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