Por Teófilo Quico Tabar
Producto de la pandemia que mantiene el país en vilo, he manifestado
en más de una ocasión mi temor a que dichas circunstancias sumadas
a posibles anhelos, pudieran empujar a una situación de ilegitimidad. En
caso de que los plazos para cumplir con el mandato constitucional de
elecciones, conduzcan a agosto sin un nuevo gobierno.
Pero esa preocupación no solo se mantiene,
sino que aumenta. Pues la situación de salud continúa amenazada. Crecen
los contagios y las muertes. Se afecta el sistema educativo,
la economía, la industria, la producción agropecuaria, el
transporte. O sea, en cierto modo mantiene el país medio
paralizado. Y en materia política pudiéramos no tener a la vista
respuestas a tiempo en cuanto a los plazos constitucionales. Y que además de
eso, hubiese la necesidad de realizar una segunda vuelta fuera de los
plazos.
Es en virtud de ello que he invitado a reflexionar en la
posibilidad de que se produzca el Acuerdo del Siglo. No solo en cuanto a
la necesidad de aunar esfuerzos para hacerle frente a la situación que vivimos,
evitando un posible agravamiento, sino que garantice institucionalidad y paz.
Un Acuerdo tan amplio y explícito como las circunstancias
lo determinen. Que garantice armonía durante este proceso y después de finalizado
o menguados los efectos del virus. Donde las voluntades y el patriotismo
estén presentes.
Porque aunque entiendo que no es momento para crear
pánico ni asustar a la gente sobre el futuro a corto y mediano plazo, con una
economía afectada y el turismo en crisis, hay que tener en cuenta que muchas de
las medidas adoptadas tendrán que desaparecer. Habrá que hacer recortes.
Eliminar subsidios. Garantizar ingresos al Estado y si además de
eso se produjera una situación de precariedad institucional, con
visos de ilegitimidad, sencillamente resultaría altamente peligro.
He reiterado mi criterio de que las próximas elecciones,
sobre todo presidenciales, que debían ser en mayo, pero fueron movidas para
julio, deben terminar ahí mismo. Sin necesidad de arrastrar el país a otro
proceso electoral de segunda vuelta. Y para que no haya necesidad
de realizarlo, propongo o sugiero un Acuerdo entre las partes. Usando la
inteligencia. La prudencia. La sensatez. ¿Cómo lograrlo?
Estableciendo dentro de dicho Acuerdo, entre
otras cosas, que las partes se comprometen a que una vez dictados los
resultados electorales presidenciales, si el que obtuvo mayor votación no
llegase al 50 más uno, pero aventaja al que le sigue por un
porcentaje determinado, todos, o sea, el que quede en segundo,
tercero, cuarto y así sucesivamente, acepten al que obtuvo mayor
puntuación como el Presidente electo. Ahí se acabaría el proceso electoral. Con
suficiente base. Legítimo.
Estableciendo dentro de ese mismo Acuerdo, un
compromiso relativo a la gobernabilidad. Una especie de Programa Mínimo.
Porque no será fácil para las nuevas autoridades. Habrá problemas. Y lo
lógico es que se enfrenten de manera conjunta. Termino
advirtiendo que hay que garantizar el abastecimiento de productos. Lo contrario
sería fatal. Para todos. No se pueden olvidar las fechas. Estamos en
abril.
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