Por JUAN T H
Así dijo un
ciego: “vamos a ver”, olvidando que hacía muchos años había perdido la visión.
Tal parece que
es el caso del presidente Danilo Medina que no mide las consecuencias de sus
actos, como si no viera o no se percatara del tremendo problema en que se está
metiendo y de paso metiendo al país, porque el proyecto reeleccionista, de
concretarse, provocará reacciones diversas tanto en el plano nacional como
internacional.
La reelección
tiene una tasa de rechazo muy alta, que sobrepasa el 70%, incluyendo muchos que
dicen simpatizar con su gestión de gobierno. El PLD está fragmentado. La
división no es una conjetura ni una posibilidad, es un hecho. El ciclón
categoría cinco de la reelección traerá vientos poderosos que podrían devastar
todo cuando se ha logrado en los últimos años en materia de estabilidad
económica y paz social. El sector de Leonel Fernández que está siendo
subestimado, no se quedará cruzado de brazos, ni los partidos de oposición, la
sociedad civil, las iglesias y los grupos populares. La reacción será
inmediata. Y me temo, como dijera en los años 40 el poeta Pedro Mir, que “de
nuevo habrá sangre en el país”.
En el PLD hay
dos posiciones diametralmente opuestas: la que encabeza Danilo Medina y la de
Leonel Fernández. Nadie parece dispuesto a ceder. Leonel afirma que lo hizo en
el 2015 para evitar precisamente la división del partido y garantizar la
estabilidad y la paz; Danilo entiende que precisa de otro mandato aunque tenga
que comerse otro tiburón putrefacto –no importa que lo indigeste- y tirar al
zafacón de la historia los pocos principios y valores que le quedan para evitar
problemas mayores si abandona el poder. La cuestión es que nadie –que no sea
loco- puede creer en las palabras y promesas del presidente Medina. Ya ha
mentido deliberadamente muchas veces. Hoy dice una cosa, mañana otra. Si fuera
Pinocho tendría la nariz del tamaño del obelisco del malecón.
Temístocles
Montas dijo en un programa de televisión que el PLD está dividido, que solo falta por decidir quién se va y
quien se queda, quien será el nuevo dueño de las siglas del partido. Será
Danilo por tener mayoría en el Comité Político y demás órganos de dirección y
por contar con el presupuesto nacional. Acusó a Leonel de ser un “enfermo del
poder”.
“Enfermo del
poder” en el PLD son todos. ¿O acaso Danilo y todos los miembros del Comité
Político no tienen la misma patología?
Lo que se
avecina no es fácil. Me temo que los enfrentamientos pasen de las palabras y
las escaramuzas, a los hechos en un campo de batalla donde pueden perder los
dos bandos que se disputan el PLD y el Estado para beneficio, no de las
mayorías, sino de los que están peleando.
Un bloque en
contra de los propósitos de Danilo y su banda, es necesario, sin prejuicio ni
sectarismo. Todos contra uno. Y ese todos contra uno –lo he dicho otras veces-
incluye a Leonel, se vaya o se quede en el PLD. La cuestión es impedir que la
reelección sea legitimada en el Congreso o en el Tribunal Constitucional.
Si la reelección
pasa en el Congreso, si el transitorio que constitucionalmente le impide a
Danilo reelegirse, es eliminado, un muro humano –como si fuera de acero- debe levantarse para impedir que “el Trujillo del siglo 21” se
imponga, porque terminaremos pagándolo con sangre, sudor y lágrima. (Lo “vamos
a ver”)
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