Por JUAN T H
¿Cuánto cuesta
en la sociedad dominicana de hoy tener cabeza propia y pensamiento intelectual
sin compromiso económico con quienes gobiernan el país en los últimos años?
Me asaltan
algunos nombres en el campo de la literatura, de la canción y de la
comunicación. El aislamiento personal y el silencio en torno a sus obras, es
parte del costo, lo cual traba el desarrollo cultural del pueblo.
Me asaltan
algunos nombres muy reducidos de periodistas y comunicadores que han asumido
con valentía su compromiso social.
Algunos artistas
que dejaron de escribir y de cantar como en otros tiempos sin que las causas
que motivaran “la canción de protesta” hayan desaparecido, me laceran.
Decidieron dar un giro de 180 grados a la derecha haciéndoles concesiones a los
enemigos de ayer. No los condeno.
(Si llegas al
gobierno y no robas, y no traficas con la influencia adquirida, eres un
pendejo. Los primeros en decírtelo son los más cercanos en la familia. Los
negocios más inmorales te los proponen los amigos del barrio desde niños, que
consideran merecen un pedazo del pastel)
Como diría
Benedetti, no es fácil mantenerse erguido persistiendo en los principios viendo
como a tu alrededor otros, con menos o ningún mérito, con menos o ninguna
capacidad profesional, la política los coloca en la cima del dinero y del poder.
Y desde su pedestal te enrostran la fortuna adquirida a la velocidad del
relámpago. ¡No es fácil!
Cuesta mucho ser independiente y parcial al
mismo tiempo sin prostituirse poniéndole precio
a lo que antes no vendías, porque de lo contrario te vas quedando cada
vez más arrinconado y más solo. Tu móvil apenas timbra una o dos veces al día.
Generalmente es tu mujer para recordarte que tienes que buscar al niño o pasar
por el súper mercado. Los amigos de ayer se marcharon tras el carruaje banal de
la fortuna. (La peña cultural, intelectual, desapareció. No hay libros que
comentar, ni canciones de contenido social que escuchar; la poesía dejó de ser
“un arma cargada de futuro”.
¿Cuánto le
cuesta ese pensamiento sin ataduras más que consigo mismo al periodista,
locutor o escritor? ¿Al intelectual que asume un compromiso ético y moral,
cuánto le cuesta si sus obras apenas puede publicarlas, apenas aparece quién las
compre y quiénes la lean?
Hace algunos años la actitud crítica,
contestataria, costaba amenazas, censura, prisión, tortura y hasta muerte. Las
cosas son distintas en estos días; “la democracia” se ha puesto un traje menos
represivo y perverso, para ponerse otro más permisivo y seductor, pero con
iguales resultados. La marginalidad intelectual hiere, el silencio intelectual
mata.
La fama, suele
decir el cantautor argentino Alberto Cortez, “es una prostituta que se va con
cualquiera” porque el mercado, controlado mediáticamente, te dice que libro
debes comprar y que libro debes leer, que por lo general son embrutecedoras y
enajenantes (Lo mismo con las canciones. Bachatas y merengues que promueven el
alcohol y la violencia contra la mujer, etc.)
Silvio Rodríguez,
para mí el mejor cantautor del hemisferio, un poeta de la música que no hace
canciones para el mercado, sino para la conciencia de la gente, escribió en el
2007 “Tonada del libre albedrío” que, repitiendo una frase del Che, dice que “ningún intelectual debe ser
asalariado del pensamiento oficial”.
“Y dijo el Che legendario,
como sembrando una flor:
al buen revolucionario
sólo lo mueve el amor.”
“Dijo Guevara el humano
que ningún intelectual
debe ser asalariado
del pensamiento oficial.”
“Debe dar tristeza y frío
ser un hombre artificial,
cabeza sin albedrío,
corazón condicional.”
“Mínimamente soy mío,
ay, pedacito mortal.”
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