Por Juan Cruz Triffolio
En su amena y singular obra Memorias de
New York, el apreciado pintor, caricaturista y escritor Segundo Reynoso
Cabrera, nos ofrece una picaresca semblanza sobre las diversas y peculiares
estampas que envuelve la realidad cotidiana de la denominada Gran Manzana,
fruto de sus intensas y extensas vivencias durante varias décadas en que tuvo
que trajinar por sus relumbrantes calles y avenidas.
Con una cautivadora narrativa alejada de
la rimbombancia propia de los encumbrados y consultados especialistas en
materia literaria, Reynoso Cabrera, empleando párrafos cortos y de contenido de
fácil asimilación, sin obviar la sustancia que siempre procuran los amantes de
la lectura edificante, describe, en capítulos breves e interesantes, hermosas
vivencias cautivadoras para aquellos que desean conocer la diversidad
newyorquina.
En un segmento de su apasionante
publicación, el también periodista Segundo Reynoso Cabrera, nos recuerda que el
Rio Hudson es como una larga y sinuosa serpiente de 500 kilómetros que nace en
los montes Adirondacks, y que pasa por el frente a Albany, capital de New York,
entre otras demarcaciones de La Babel de Hierro.
Destaca que Henry Hudson y el italiano
Giovani Verrazano, -el mismo que delineó
el prolongado puente que lleva su apellido-, lo conquistaron, cuando entonces
se conocía con el nombre de Río de las Montañas, se enamoraron de su caudal y
en su ribera fue levantada la ciudad que hoy se conoce como “la más famosa del
mundo”.
Sobre la llamada Bolsa de Valores,
ubicada en el corazón histórico del distrito financiero de New York, resalta
que su nombre hay que buscarlo durante la colonización, particularmente, de los
holandeses que compraron la isla de Manhattan a los aborígenes autóctonos, los
indios Banapes, por 60 florines, por lo que su fundación se estima en 1614.
En torno al Museo de Brooklyn, Reynoso
Cabrera, destaca que es una obra de
portentosa arquitectura, diseñada en el siglo XIX, por McKim Mead &
White, los mismos que delinearon la Universidad de Columbia.
Fue abierto al público en 1895,
proyectando el arte antiguo de Egipto, Asia, África y estadounidense, además de
mesopotámico.
El Museo de Brooklyn contiene
millón y medio de objetos artísticos e
históricos y a través de sus cristales se tiene la oportunidad de conocer cómo
se vivía doscientos años atrás en los Estados Unidos, observando impresionantes
colecciones de muebles, vestuarios, cocinas y detalles del hogar de épocas
pasadas.
Llaman la atención las puntualizaciones
que el escritor y pintor dominicano referido en estas líneas formula sobre los
olores peculiares de New York, tanto en el interior de sus unidades
habitacionales como en sus diversas arterias vehiculares, donde sin tapujos
afirma que prevalece la fetidez de la marihuana.
En pocas palabras, visitar la plaza
newyorkina, en cualquier temporada, a juicio de Reynoso Cabrera, es exponerse a
disfrutar o sufrir “un catálogo de olores y hedores”, una veces fruto de los
múltiples choques de sazones y, en otras ocasiones, a consecuencia de las
diversas defecaciones de animales con dueños irresponsables.
Otra realidad expuesta por el artista
dominicano en su obra Memorias de New York, se refiere al funcionamiento y uso de los trenes como medios de transporte
masivo.
Fuera de representar una de las tantas
fuentes de ruidos y sonidos que caracterizan a La Gran Manzana, que además de
ser una expresión viva de las diversas nacionalidades y etnias que imprimen el
sello cosmopolita a la espaciosa y bulliciosa ciudad, es un punto de encuentros
cotidianos y masivos de los diferentes sectores que conforman su dinámica
productiva.
En sus diversas estaciones hay de todo y
para todos, dejando al desnudo la diversidad que caracteriza a la ciudad de los
rascacielos.
Algo similar ocurre, aunque en menor
proporción y orden, en la diversas bodegas, sobre todo, en aquellas ubicadas en
el llamado Alto Manhattan, donde tiene una acentuada presencia el emigrante
dominicano y en sentido general, el hispano.
Además de los temas ya enunciados, vale
recordar que como tramos atractivos del contenido de la publicación de Segundo
Reynoso Cabrera, se registran curiosas y valiosas informaciones sobre el Center
Park, la Estatua de la Libertad, El Brooklyn Bridge, El Toro de Wall Street,
Las Torres y Times Square, El Graffiti, la Música, entre otros tópicos que por
razones de espacio y tiempo no podemos abordar en esta reseña.
Tanto por la picardía que proyecta
Reynoso Cabrera como por la diversidad
que se advierte en la temática, finalmente,
aprovechamos la ocasión para invitar a los amantes de la buena lectura a
procurar el libro aludido y sumergirse en sus apreciables consideraciones.
Inténtelo, no se arrepentirá…!!
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