Por Miguel Ángel Cid Cid
En la entrega anterior vimos a los principales partidos dominicanos
de cara a las elecciones del 2024. Un lector se sintió provocado y reaccionó a
las conclusiones del trabajo. En un mensaje privado solicitó que ampliara mi
análisis. Por ello hoy intento responder a sus inquietudes.
Es necesario que después de las próximas elecciones los
engranajes institucionales de los partidos giren con fluidez para enfrentar las
nuevas tendencias en el accionar político.
Las organizaciones políticas dominicanas, por ejemplo,
deberían poner atención a los giros que priorizan la sensibilidad hacia los
asuntos que afectan a la población. La tendencia en América Latina es que los líderes
políticos se ocupen de las realizaciones que reduzcan las dificultades que
causan sufrimiento a la población.
Pero dirigir la atención a la gente demanda de un cambio
en el modelo de gestión de las agrupaciones políticas. Ello exige, no solo
cambiar la dinámica organizativa, sino también el diseño de una nueva narrativa
político-social.
Por lo pronto sería prudente que los partidos se pregunten:
¿Qué tan cerca está el país de que se produzca un cambio de modelo
político?¿Qué elementos deben darse para que una sociedad, como la dominicana,
cambie la forma de gobernarse?
Para tratar de responder a éstas preguntas, tomaremos de
ejemplo los procesos más recientes que se producen en Sudamérica.
Suponiendo que confluyen tres elementos: primero, la
existencia de una profunda crisis de la representación;
segundo, que se vive una crisis económica tan profunda como la anterior. Y la tercera,
que se produzca una ideología alternativa a la dominante hasta ahora en el país.
¿Se puede observarla presencia de estos elementos en los
procesos de cambios que viven países como, pongamos por caso: Venezuela, Bolivia, Perú y Colombia? Si. Los tres elementos
están presentes.
Estos cuatro países padecieron profundas crisis de
representación y económicas al mismo tiempo. Las crisis dilatadas dieron al
traste con una nueva narrativa del ejercicio político desde el Poder.
Se recuerdan los golpes de Estado en Venezuela antes y
después de la llegada del chavismo. O más reciente el derrocamiento de Evo
Morales en Bolivia. Puede además revisar la cantidad de presidentes sacados del
Poder en Perú por casos de corrupción, incluyendo uno que se suicidó. El caso
más reciente es Colombia. Durante varios meses la población se movilizó
exigiendo mejorar las condiciones de vida de los colombianos. Como consecuencia
decenas de líderes sociales fueron asesinados de manera selectiva. Ahora los
colombianos votaron por un cambio.
Los politólogos llaman “ruptura dinámica" a éste
cambio de modelo que se está produciendo. Pero será difícil que el modelo político
cambie si no coinciden ésos tres elementos citados.
La ruptura dinámica consiste en producir un sistema
político administrativo que ponga el acento en las singularidades de la vida en
común.
En el caso de que solo converjan la crisis económica y la
crisis de la representación, --como sucede en varios países occidentales--, no
habrá un cambio de modelo político. Lo que si sucederá es el fenómeno
denominado “ruptura estática”. Es decir, que se generará una fractura de la
sociedad debido a la desconexión de grupos poblacionales que dejaron de
sentirse representados.
La afirmación anterior conduce a aseverarla existencia de
una grieta entre los ciudadanos y la democracia tal y como se entiende en el
presente. En este sentido, la crisis de la representación es la crisis de la
democracia. Y sus consecuencias no sólo afectan a los partidos políticos,
instituciones estatales y grupos sociales, etc., sino que afecta a la propia
democracia.
En ese orden, ¿Permitirán los partidos políticos que la
frustración de los ciudadanos dominicanos se acumule? Si se hacen de la vista
gorda serán ahogados por los resultados arrojados en el proceso para salir de
las crisis citadas. Es probable que esos resultados repercutan en un modelo
político alternativo que substituya a la democracia tal y como la conocemos
hoy.
Hay que tener presente que la frustración ciudadana y la
fractura democrática no desaparece por el simple hecho de que no exista un
modelo alternativo. En todo caso, lo que acontece es que se expresan de manera
distinta.
En suma, una teoría – por actualizada que sea-- puede
ignorar los problemas de la desigualdad. Igual haría con el desencanto de las
clases medias o la desocupación de las generaciones jóvenes.
¿Qué esperan?
¿Qué explote?
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