Por Balbueno Medina
El deterioro a que ha llegado la sociedad haitiana y el control que ejercen
las bandas armadas que gobiernan el territorio de ese país, nos advierten que
debemos prepararnos para defender nuestra soberanía hoy más que nunca.
El caso omiso que han hecho las principales potencias del mundo al llamado
que ha hecho la República Dominicana y, ahora más reciente, Costa Rica y
Panamá, para que la comunidad internacional intervenga en la solución del
problema haitiano, nos da la sensación de que se procura por encima de todo el
deterioro de las condiciones de vida de los pobladores del vecino país para
justificar una salida en perjuicio de nuestra nación.
Se trata de un plan que se ha venido fraguando hace muchos años y que en
una ocasión fue denunciado durante los gobiernos del extinto Joaquín Balaguer,
que busca como alternativa posible la unificación de la Isla como solución
definitiva al problema haitiano, que por múltiples razones se ha venido
deteriorando, y del cual las potencias que se beneficiaron de ese país se
rehúsan a tirarse a cuestas.
De igual manera, Francia, Estados Unidos y Canadá, al parecer han ignorado
que pese a que República Dominicana y Haití, comparten la misma Isla y las
mismas fronteras, son naciones completamente diferenciadas por diversas
características, idiomas, culturas y costumbres, que aunque nos encontremos
territorialmente bastante cerca, nos alejan en todos los aspectos de la
convivencia humana.
Esa expresión sociocultural que nos separa de los vecinos haitianos es muy
clara de identificar, a través de los niveles de desarrollo humano y la
vinculación de nuestras sociedades con las demás naciones del Continente
Latinoamericano, cosa que deben tomar en cuenta los países que han acuñado la
idea de una posible fusión entre ambas naciones.
Con las provocaciones que se han estado produciendo en los últimos años,
desde las acciones tomadas por autoridades haitianas y la indiferencia que han
mostrado las grandes naciones a los llamados que se han hecho para encarar el
problema haitiano, debe subyacer el interés de ciertos sectores en crear las
condiciones para provocar un conflicto entre los dos países que no conviene a
ninguna de las dos naciones porque acarrearía un estado de desestabilización
que podría sumergirnos en la miseria total.
Los problemas sociales, políticos y económicos en los que se encuentra
sumergido el pueblo haitiano no son únicamente de la competencia de la
República Dominicana, que en los últimos años ha cargado con el duro fardo de
los mismos, sino de la Comunidad Internacional y fundamentalmente de las
grandes naciones que en reiteradas ocasiones han prometido contribuir con la
solución del mismo y que ahora están en la imperiosa obligación y necesidad de
pasar de las palabras a los hechos, debido al proceso de implosión social que
vive hoy día el vecino país.
Solo una intervención militar y humanitaria de las Naciones Unidas puede
comenzar a levantar el resquebrajado pueblo haitiano en estos momentos, ya que
ni la vida de sus propios nacionales está garantizada, debido al control y
poderío que ejercen las bandas armadas que controlan ese país, mucho menos la
de los extranjeros que de manera voluntaria han visitado su territorio para
solidarizarse con los que más sufren los rigores de la crisis que lo
afecta.
Por su parte, el presidente Luis Abinader, ha sido firme y categórico en
los planteamientos que ha hecho frente a la grave crisis que vive el país de
Haití y por la magnitud y contundencia de los mismos se ha ganado el respaldo y
la admiración de la mayoría de la población dominicana que aspira a ver
solucionado el problema que confrontan los vecinos haitianos, desde una
perspectiva en que todas las naciones del mundo hagan sus aportes y de que la
carga no solamente recaiga sobre los hombros de la República Dominicana como ha
sido hasta este momento.
Nos satisface que por su postura el presidente de la República haya logrado
la unidad casi total de la sociedad dominicana y de que las medidas que se han
tomado para salvaguardar la soberanía nacional hayan sido acatadas por la
población, lo que demuestra una vez más el nivel de conciencia que tenemos los
dominicanos en preservar nuestra identidad y evitar que un éxodo desorbitado de
haitianos provoque una catástrofe social como la que vive ese país.
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