POR ROLANDO ROBLES
Bueno, a simple vista parece una pregunta extemporánea, porque faltan
dos años para la contienda de noviembre 2023 y en el ínterin, hay una competencia
electoral previa que ha de marcar el punto de inflexión en la carrera por
ocupar el siempre ansiado despacho oval de la Casa Blanca.
En efecto las elecciones de “medio tiempo” del próximo noviembre 8, decretarán
-a la luz de sus resultados- si los deseos del polémico expresidente
republicano tienen algún asidero, o si por el contrario, son fruto de las
alucinaciones mentales que sus enemigos políticos le atribuyen. Aunque, es
justo decir que, a su probable contrincante Joe Biden, no lo tratan con mejor
suerte cuando lo relacionan con el infalible calendario.
El proceso de otoño del año que viene-que es como una prueba-dará
respuesta a una duda que preocupa a demócratas y republicanos por igual y que
se plantea en términos de simple desafío: “si los republicanos ganan el control del Senado y de la Cámara de
Representantes, Trump se arriesgaría a una nueva postulación”. Claro,
que se postule no significa que ganará la contienda presidencial, pero, vista
la precariedad de los demócratas para presentar un candidato más o menos
sólido, el dilema me parece cuando menos, interesante.
La mejor carta demócrata -por el momento- parece ser el presidente
Biden; pero, antes hay que responder algunas interrogantes: a) ¿cómo saldrá de
esta crisis económica, de salud y de credibilidad que vive Estados Unidos? b)
¿cuál será el balance final de este enfrentamiento con China y cuánto aportará
su administración? c)¿qué tanto respetará su partido la norma de no torpedear
la nominación por segunda vez de un presidente? y d) ¿cómo estará su salud a
los 81 años que tendrá en noviembre de 2023, al tiempo de reelegirse?
Pudiera haber otras incógnitas pero, no son del ámbito de este
artículo; por lo que, me referiré a los pormenores de carácter público y
definitivamente políticos, de un partido que probablemente está en su momento más
crítico de los últimos cien años. Como por ejemplo, lo que acaba de ocurrir en
las elecciones locales de Nueva York. Una miradita superficial a los resultados,
me deja una duda muy preocupante respecto al futuro de los dos grandes partidos
del sistema.
La relación de militancias entre demócratas y republicanos en Nueva York
siempre fue de seis a siete “asnos” azules por cada “elefante” rojo; hasta la
llegada al poder de Donald Trump, quien logró reducir esa proporción a cuatro o
cinco demócratas por cada republicano. Aunque las elecciones no siempre
evidenciaron tal relación, el hecho se aceptaba como cierto.
En las pasadas elecciones del 2 de noviembre, y siempre leyendo los
datos hechos públicos por el Board of Elections of NYC, el candidato ganador de
la alcaldía, Eric Adams (D) sacó 676,481 votos (66.14%) y Curtis Sliwa (R)
logró 293,127 (28.66%) Estos resultados se obtienen con cerca del 98% de los
scanners tabulados.
Si se hace una lectura de los votos en función de su orientación
(conservadores y liberales) Eric Adams habría logrado 69% y Curtis Sliwa 30%.
Ello significa que por cada voto de los republicanos o conservadores,
representados por Curtis Sliwa, los demócratas o liberales, representados por
Eric Adams lograron 2.3 votos; algo muy lejano del cinco a uno que dejó Trump y
más distante aún del seis o siete a uno que se asume tradicionalmente.
Estos resultados llevan a un nuevo escenario electoral en la ciudad de
Nueva York y quién sabe en cuántas ciudades más del país. Pero, debemos tener presenteciertos
detalles que pudieron afectar dichos resultados en un sentido u otro. Se puede afirmar
que el voto de las minorías se sintió robustoaunque, no así el de la población
“blanca” que, por los motivos que fueren, lució un tanto ausente. Claro, para
establecer como reales esta lectura, hay que esperar a que el Elections Board
publique los sufragios emitidos por distrito electoral.
También se puede alegar que la calidad del candidato republicano
-considerado como seguro perdedor por algunos analistas- le quitó interés a la
contienda pero, de cualquier manera, los hechos son evidentes: los republicanos han avanzado en Nueva York y
si hacen el esfuerzo de revitalizar su partido, presentando candidatos jóvenes
y con un buen nivel de compromiso ciudadano, pudieran cerrar la brecha y sepultar el viejo tabú de que siete de cada
ocho newyorkers son demócratas.
Creo haber explicado mis preocupaciones y recelos políticos con
suficiente racionalidad y documentación; y creo también que no muestro ningún
atisbo de parcialidad mas allá de lo que se considera razonamiento objetivo.
Pero, mi enfoque solamente se sustenta en los resultados de las elecciones en
la ciudad de Nueva York, ni siquiera se conecta con la situación del Partido
Demócrata en New York State y lo que pudiera suceder en su capital, Albany.
Si cambiamos el lente regular por un “gran angular”, la fotografía
mostrará el apretado desenlace de la Gobernación en Trenton NJ y la derrota del
jefe del Senado estatal, el demócrata Steve Sweeney, por un desconocido
conductor de camión de repartos que se gastó tan sólo un puñado de dólares en
toda la campaña y que responde al nombre de Edward Durr, republicano.
Pero si miramos un tanto hacia el Sur, hasta el Commonwealth de Virginia,
hallaremos una derrota demócrata aún más significativa que la del poderoso
senador Sweeney en NJ. El candidato de Biden, el gobernador Terry McAuliffe,
fue vencido por otro novato apoyado por Donald Trump, Glenn Youngkin.
Yo no sé qué tan animado se siente Trump con estos resultados, ni
tampoco si logrará su acariciado sueño de volver a montarse en “La Bestia” pero,
estoy muy seguro de que ya ha descorchado mas de una botella de champán.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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