Por Miguel Ángel Cid Cid
La escena parece improvisada, pero sin duda
antológica. La cámara se mueve para arriba, hacia abajo, por los lados, ajena
al portento del personaje, como si estuviera sobre un hombro distraído y
cansado. En la pared del fondo sobresale una amplia reproducción del mural
Guernica de Picasso. Y en el centro, sentada en un sillón beige, está ella.
Toda ella.
Viste un ajustado vestido color rojo cereza de una
sola pieza. La prenda la cubre hasta las rodillas y tiene mangas largas y un
cinturón negro que le ciñe la cintura. El rojo le sienta muy bien a su cuidada
piel morena. Una llamativa mariposa demetal en el pecho, un brazalete en la
muñeca derecha y reloj en la izquierda y unos aretes de oro revelan un dejo de
deliciosa coquetería en una mujer de belleza otoñal.
Josefa Castillo es una mujer expresiva. Uno puede
notar cierto regodeo en ella, cierta infatuación de esa que sólo brinda el
poder. Cuando habla, que es el oficio básico de un político, acentúa cada
palabra con un gesto de sus manos. Ella luce a sus anchas en ese video subido a
internet por el periódico Hoy. Está en su salsa.
Josefa Aquilina Castillo Rodríguez, su nombre
completo, es la flamante Superintendente de Seguros. En esa condición fue
invitada al almuerzo del Grupo Corripio. Transcribo un trozo de su discurso,
para que se muestre ese trozo de mujer:
“Por el concepto de nómina todo lo contrario. Yo te
digo toda la verdad, yo he aumentado la nómina. Porque yo tengo que nombrar, pero
con toda la calidad porque nosotros fuimos Recursos Humanos en el período
2000-2004 y hemos hecho nombramientos puntuales. Pero hemos preparado a nuestro
personal para hacer desvinculación y sustitución y eso se evidencia porque
inteligentemente se ve que el resultado ha sido positivo. No hay ningún
problema de efectividad. Eso quiere decir que hemos estado desvinculando y
sustituyendo por personal que puede hacer el trabajo.
Hemos respetado también lo que es el MAP, el
Ministerio de Administración Pública. Y lo que es la Ley de administración
pública y lo que es un empleado de carrera y sus derechos, porque ellos tienen
sus derechos. Pero ojo con esto, yo conmino a los funcionarios públicos a que
se lean bien lo que dice la Ley. Porque no es que no se pueda desvincular, es
que hay mecanismos específicos para hacerlo. Porque cuando nos barrieron a
todos en el 2004 nadie dijo nada.
Bueno mi amor déjame decirte que ahí había personas
que tenían dieciséis años, más cuatro, veinte años sin ver a linda, ¿tú sabes
quién es linda?
Esta es una institución pequeña. Solamente tiene
unos 640 empleados y hemos desvinculado 300, todavía quedan unos 150. Sácale
punta al lápiz a ver cuántos son.
¿Y qué pasa? Yo interpreté lo siguiente: no puedo
quedarme como diputada solamente, porque resulta que yo también tengo
compromisos con que esas gentes entren al tren gubernamental. Pero además yo
tengo que dar respuestas y como diputada no tenía las respuestas en la
oposición.
Me sacrifiqué porque realmente me tocó una institución
con muy pocos empleados, con muy pocas soluciones. Pero lo que yo hago señores,
no se ve muy elegante. Pero la superintendente de seguros va a visitar otras
instituciones, a buscarle empleos para su gente, porque eso es una
responsabilidad.
-- ¡Eso es clientelismo! --. Gritó alguien, supongo
una periodista, invisible a la cámara.
“¿Perdón? ¿Clientelismo? ¿Clientelismo?
Pero imposible parecerse eso a clientelismo.
Clientelismo es cuando tú pagas por una acción. Yo estoy haciendo una labor de
gestión de empleos con mis homólogos para las personas que no tienen empleos”.
Se percibe ahí, tal vez, cierto aire de ingenuidad
en Castillo. Quizás cierta soberbia. Pero, en todo caso, es raro que se dé una
ambigüedad tal de temperamento en una mujer, líder política y con experiencia
de Estado como ella. Como esa muestra de Josefa Castillo quitándose, cual
striptease, con malicia, con candidez y sin rubor, su máscara.
Fue diputada por 16 años corridos. En su partido, el
PRM, tiene tres cargos importantes: Vicepresidente Nacional, Miembro de la
Comisión Ejecutiva y vicepresidente del Frente de Mujeres Modernas.
De hecho, fue electa diputada para el actual
periodo, pero renunció a la curul para dirigir la Superintendencia de Seguros.
Con la diputación, como buena madre, hizo todo lo posible para dejársela a su
hijo. Sí, a Jheyson Castillo, pareja de Kimberly Taveras, la anterior ministra
de la Juventud, la del escándalo escandaloso. (Porque a Claudio Caamaño, ni
muerta).
Pues Doña Josefa Castillo, como rutilante
funcionaria no sólo viene sustituyendo a dos manos a todo el personal de la
Superintendencia, sino que ya aumentó la nómina de 22 a 26 millones de pesos. Y
eso es para empezar.
Castillo, desde que llegó el cambio, está metida en
el cambio, en su afán de buscar soluciones a su gente. Pero ella niega que ese
laborantismo político sea clientelismo. Es decir, de gestionar empleos para
quienes hicieron campaña paraque ella ganara las elecciones a nivel congresual.
¿Qué dice la RAE, sobre la palabra clientelismo?
“Práctica política de obtención y mantenimiento del poder asegurándose
fidelidades a cambio de favores y servicios”.
Wikipedia amplía un poco más el significado. “El
clientelismo político es un intercambio extraoficial de favores, en el cual los
titulares de cargos políticos regulan la concesión de prestaciones, obtenidas a
través de su función pública o de contactos relacionados con ella, a cambio de
apoyo electoral”.
Creo que con esas dos definiciones bastará para
establecer que, lo que hace la renunciante diputada y presumida funcionaria, si
no es puro clientelismo político, se le acerca demasiado.
Y a propósito, ¿esa es la labor de una
Superintendente de Seguros?
La cámara siguió balaceándose. ¡Corten!
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