POR ROLANDO ROBLES
De entrada, hay que explicar la intención y alcance de estos garabatos míos; porque no es una práctica decente hacer comparaciones desproporcionadas o improcedentes, y mucho menos, cuando se trata de un historiador, filósofo y biógrafo, discípulo de Platón y por demás Sacerdote Mayor del templo de Delfos, como lo fue Plutarco de Queronea.
El maestro escribió su muy célebre “Vidas Paralelas”, un
compendio biográfico donde él comparaba las vidas de personalidades griegas y
romanas, pero no en el aspecto histórico sino, más bien, en sentido moralista.
Supe de su existencia por uno de los dúos que trató: Epaminondas y Escipión,
aunque, parece que el texto se perdió en los recovecos del tiempo y sólo se
conserva el título.
Lo que me atrajo fue el nombre tan pomposo del primero, general griego
y, el apodo de “africano” del segundo, también general, pero, romano. La verdad
es, sin embargo, que jamás he leído ninguna de las biografías de Plutarco,
pues, cursando el sexto grado en el Politécnico Loyola, aún no tenía yo luces
suficientes como para interesarme en esa literatura clásica. Pero hoy, sí
pudiera hacerlo, porque hay una versión digital gratis del afamado libro en la
web y demasiado tiempo para consumir en esta pandemia.
Ahora lo que me interesa no es el escritor, y mucho menos sus
personajes. Lo que quiero tratar aquí es una opinión que sobre Donald Trump
externó el presidente Leonel Fernández en su tribuna personal, Observatorio
Global. A mí me parece que sus juicios deben analizarse, pero, a la luz de los
criterios comparativos de Plutarco; e, intentaré examinarlos, mientras los
comparto con ustedes.
En los primeros siete párrafos del artículo de Fernández, se emiten opiniones
varias sobre Trump, pero, no es sino hasta el octavo, cuando se lee un juicio
de valor, o más bien interesado, de parte del articulista:
“Trump se califica a sí mismo
de genio estable. Sin embargo, lo que se aprecia de él es que se trata de una
figura extravagante, pintoresca y narcisista, con unos inocultables aires de
superioridad. En fin, una personalidad compleja, cuya meta ha sido la riqueza,
la fama y el poder”.
Estoy totalmente de acuerdo con el juicio, pero, si vemos los
calificativos usados: genio estable, extravagante, pintoresco, narcisista con
aires de superioridad y una meta por logar: riqueza, fama y poder.
Sinceramente, creo que Fernández debió pensarlo mejor, porque de todos esos
atributos, sólo alguno de ellos, quizás, no está presente en la conducta
pública de Leonel.
Es que, cuando se busca la presidencia de un país tan atrasado como el
nuestro, por cuarta vez, ¿cómo se le ocurre a uno hablar de “genialidad estable”
o de que el otro tan sólo persigue riqueza, fortuna y fama, cuando usted sabe
perfectamente lo que implica manejar el presupuesto nacional en una aldea. Uno
tiene que estar muy sobrevalorado por uno mismo, para imaginarse que la gente
es tan ciega que, en una abajada tan brusca no quedarán expuestas, a la vista
de todos, sus partes más íntimas.
Una prueba de “genialidad propia” es no encontrar con quien
“conceptualizar en ese paisito de estúpidos”, que usted supone es Quisqueya. Pero
lo del “narcisismo”, creo que merece un tratamiento especial, veamos: esas
largas filas de dominicanos que cada 26 de diciembre se aglomeran en el edificio
de FUNGLODE para lisonjear al “Líder” -aunque sea muy brevemente- son muy
similares a las que se hacían en China, también 26 de diciembre, para adular y
desearle ¡Larga vida al Gran Timonel! ¿Será coincidencia?
Claro que no, porque en la Ciudad Trujillo de mi niñez, el circo se
montaba los 24 de octubre y era para agasajar al Padre de la Patria Nueva. No
hay otra forma de decirlo: Trujillo, Mao y Leonel, fueron tres “iluminados
narcisistas” que disfrutaban por igual, de las mismas trivialidades. Aunque,
desde luego, debemos reconocer las diferencias de categoría entre unos y otro,
porque “todos los iguales, no son iguales”, ¿verdad?
En eso de “egocentrismos”, Fernández ha dado cátedras; sólo hay que
recordar que hasta compró un partido para ser candidato y le hizo coincidir las
iníciales con las suyas propias (LFP), algo insólito en pleno siglo XXI. Lo de
“conceptualizador” es como aquel cuento de “La Marimanta”, un simple cuento.
¿Ustedes recuerdan algún intercambio teórico de Leonel con alguien? ¿Como los
de Juan Bosch, Láutico García, Juan Isidro Jiménez Grullón, don Vinicio
Castillo, Hatuey De Camps y otros “conceptualizadores” dominicanos, tan
memorables como desconocidos?
Hay algo más, y no puedo omitirlo, a propósito de la “humildad de Fernández
que se infiere, no tiene Trump”. ¿Ustedes recuerdan alguna autocrítica del susodicho
en sus cuatro décadas de vida pública? Hagan memoria, porque yo sí recuerdo
una: “pagar para no matar” en su primer gobierno. Tal vez no fue autocrítica
sino, una confesión destinada a rebajar las deudas futuras con Dios.
Los próximos diez párrafos del artículo de Fernández, más que hándicap
para Trump, lo que generan es simpatías por él, por todo el esfuerzo que hizo
para “colarse” como candidato y por la suerte de haber nacido rico de cuna.
Contrario a otro que solamente necesitó la bendición del jefe orgánico de la
derecha dominicana para ser presidente.
Algunos detractores de Leonel arguyen que él sólo es un “suertudo”.
Pero yo creo que no. Es verdad que se sacó la lotería, pero, no se puede negar
que salió a comprar el boleto ganador. Él hizo su trabajo, estuvo en el lugar exacto
y en el momento preciso. Pero ¿quién tiene mayor mérito, el que hizo lo necesario
para validarse -según admite el propio Leonel- o el que fue señalado para
asegurarle la retirada organizada al caudillo en decadencia?
Otra cosa que no entiendo, ¿qué tiene de especial que un muchacho de
origen alemán y millonario se case con una modelo checa, luego con una actriz
gringa y después con otra modelo eslovaca? Realmente no entiendo dónde está el
problema. Lo raro hubiera sido que se casara con una negrita de Nizao, como mi
hija del alma Zulema, por ejemplo. Dice Leonel que Trump tiene un gusto “altamente
selectivo” en asuntos de mujeres, pero ¿a quién le importa eso?
Es muy cierto “que Trump brincó más que un chivo azuano” buscando la
candidatura que lo llevara a la Casa Blanca. Pero Trump es un comerciante
millonario, de derechas, no un político neto. Ahora, hay políticos netos que,
eran de izquierdas y boschistas al principio y en poco tiempo, terminaron
siento balagueristas y representando a la capa más recalcitrante de la
sociedad, la oligarquía extranjerizante.
En los párrafos del 18 al 30 del artículo en cuestión, el presidente
Fernández se dedica a demostrar que ahora si él entendió la política
norteamericana, cosa que no consiguió en el 2016 cuando afirmó que La Dama de
la Guadaña, Hillary Clinton, tenía un 84% de probabilidad de ganar, contra un
16% de Donald Trump. Gran pifia del Perínclito, pero, como buen “tíguere gayo”,
cree que nadie lo va a notar y vuelve hoy a “conceptualizar”.
Lo que hizo Trump fue recoger el discurso que las mayorías blancas,
empobrecidas por las administraciones de los Bush, Clinton y Obama, querían
escuchar, y lo ofreció como plataforma de campaña. Eso encantó a los
trabajadores americanos desempleados y votaron por él. Leonel Fernández era de
los pocos que no sabían que Trump trataba de conquistar el voto de los blancos
en el 2016, no el de los hispanos y negros, con ese discursito antiinmigrante,
que nos pareció muy cursi, por cierto.
Hoy Donald Trump se va -por fin- de la Casa Blanca, pero su legado no
será evaluado por acólitos serviles al neoliberalismo rampante. Su herencia será
valorada por el pueblo de Estados Unidos, que hoy tiene un sabor agridulce de
su gobierno; que no entiende como un hombre tan hábil para tantas cosas
puntuales, pueda ser tan estúpido con otras mucho más sencillas. Esos 74
millones de estadounidenses que votaron por él, buscarán mayor cordura en el
2024, ¿la encontrarán?
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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