Por Tony Rafael
El general Juan Domingo Perón, presidente de Argentina, se refugió en
Ciudad Trujillo luego de su derrocamiento por la llamada “revolución
libertadora” de septiembre de 1955. Perón había adquirido connotación pública,
por su política de asistencia social desarrollada desde el Departamento
Nacional de Trabajo en 1943, cuando todavía no había asumido el poder político
como mandatario y luego de confusas y reiteradas tentativas de lucha. Pero fue
la señora Eva Perón, quien en su corta vida pública 1946 1952, asumió las
política sociales del Estado, impulsando la ley del sufragio femenino en 1947,
así como creación de la “Fundación Eva Duarte de Perón”, creada en 1948. Esta
Fundación rompió de inmediato con la élite oligárquica que tenía como objetivo
obras de carácter caritativo y benéfico. Llegó muy lejos cuando planteó que la
política social del “justicialismo peronista” se basaba en el apotegma de que,
“donde hay una necesidad, hay un derecho”. Cuando Perón se exilió en Ciudad
Trujillo hizo muy buenas relaciones con Trujillo. Se dice que fue el único de
los dictadores derrocados en el lustro 1955- 1960, llegados a República
Dominicana, a quien Trujillo respetó y admiró. A partir de su presencia,
Trujillo intensificó ayudas sociales y programas de viviendas, creando barrios
para empleados públicos y damnificados.
Llegó al extremo de ofrecer comida gratis a los pobres en
el propio Palacio Nacional. Las colas de hambrientos que buscaban su ración
alimenticia en horas de mediodía, por la entrada de la calle México, es
recordada por muchos dominicanos. El presidente Balaguer, en contexto distinto,
en plena crisis de la destrujillización, antes de refugiarse en la Nunciatura
Apostólica distribuyó los fondos del Partido Dominicano, entre los pobres del
país, acción por la cual se le intentó incriminar judicialmente, así también
entregó vehículos y enseres a los choferes de transporte público, sembrando una
estela generosa de ayuda, que copiaba a su manera el modelo peronista. Cuando
se enfrentó al profesor Juan Bosch en los comicios de 1966, mientras Bosch
difundía los postulados de la revolución de abril de 1965 y las ideas avanzadas
patrióticas, Balaguer les recordaba a los pobres las ayudas dadas cuando fue
obligado a salir del país durante los tumultos de enero de 1962. Inmediatamente
retornó al poder, Balaguer promovió la “Cruzada del Amor”, bajo la dirección de
su hermana, la distinguida dama, Emma Balaguer de Vallejo, cuya labor
multiplicó las dádivas para los más necesitados. Balaguer se recordó de Perón y
de Evita, y quizás de Trujillo. Llegó incluso, cuando fundó el Partido
Reformista, a hablar textualmente de “Justicialismo”. Los que hoy ejercen el
Poder con vocación perpetua, no todos, aplican una audaz política de ayudas,
careciendo del espíritu peronista de la épica social o ignorando la prosapia
decimonónica de Balaguer. Asumen que tienen garantizado el ejercicio de mando,
“sécula seculorum”. No llegan a la dimensión de Perón ni alcanzan a ponerse las
botas de Trujillo, no cohabitan en las metáforas discursivas de Balaguer, ni se
convierten al evangelio sobrio y ético de Bosch.
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