Por
Juan Bolívar Díaz
No cabe la mezquindad, todo sentido de nobleza obliga a
reconocer que en el gobierno hay quienes están haciendo esfuerzos para combatir
la pandemia que amenaza seriamente la salud de la población dominicana, como
también la estabilidad económico-social del país. Pero más allá de eso y de la
honorabilidad, las estadísticas y la realidad obligan a preguntar dónde ha
quedado la eficiencia y la capacidad para poner límites al tráfico de
influencia y la corrupción en medio de la desolación.
Ayer la República Dominicana competía con
Ecuador en el liderazgo latinoamericano en la tasa de letalidad, o fallecidos
por cantidad de contaminados por el coronavirus, 4.7 y 4.9 por ciento,
respectivamente, y tenemos una de las más bajas tasas de recuperación, de
apenas 1.8 por ciento, cuando en el mundo promedia 21 por ciento. Y sólo hemos
realizado unas 7 mil pruebas para la detección del virus, cantidad que se
practica cada día en muchas naciones.
Registramos un escándalo cuando trascendió
el tráfico de influencia, que es una forma de corrupción, en las licitaciones
para las compras de equipos y materiales de urgente necesidad en el sistema de
salud, siquiera para proteger a médicos y enfermeras. Cuando parecieron
irrebatibles las irregularidades o si se quiere imprevisiones e ineficiencias,
el ministro de la Presidencia nos consuela informando que habían quedado
anuladas adjudicaciones de comprar por 2,725 millones de pesos, de las que hizo
el Servicio Nacional de Salud a 16 empresas, y que sólo han prevalecido
adquisiciones por 143 millones de pesos.
Eso implica que los beneficiarios de las
licitaciones apenas pudieron cumplir con el 5 por ciento de las adjudicaciones
en el plazo de 5 días que tenían, y que después de una semana de la
convocatoria, el Estado se ha quedado sin los desinfectantes, las mascarillas,
batas, gorros, botas, espejuelos de protección, y termómetros digitales que hace
más de un mes se reclama a gritos en los hospitales.
No se ha cuestionado la reconocida
honorabilidad y la dedicación del director del Sistema Nacional de Salud,
Chanel Rosa Chupani, ni la del ministro de Salud, Rafael Sánchez Cárdenas, pero
éstos como el también honorable Gustavo Montalvo, en vez de atribuir malas
intenciones a quienes velan por la transparencia, deberían dar explicaciones, o
reconocer que alguien metió la mano, o al menos que sus licitaciones no fueron
eficientes.
Lo primero que deben responder es por qué
se otorgó el 65 por ciento del monto de la primera adjudicación de compras a
dos empresas que ni estaban registradas ante la dirección de Compras y
Contrataciones del Estado para esos renglones, que no tenían el menor aval, ni
de representación de productores o importadores, ni de almacenamiento de esos
productos.
La parte de la sociedad que reclama
transparencia quisiera que le explicaran bajo qué criterios se adjudicó el 53
por ciento de esas compras a la empresa constructora Tools & Resources
Enterprises Toreen SRL, que apenas el mismo día que se declaró la emergencia que flexibiliza las
normativas de contrataciones públicas, el 19 de marzo, registró ante la Cámara
de Comercio y Producción un cambio estatutario para dedicarse a la comercialización
de insumos y materiales hospitalarios. ¿Quién consideró que esa empresa, con un
capital de apenas 100 mil pesos, registrada como propiedad de un empleado
privado y un chofer, podía entregar en cinco días productos demandados por la
emergencia nacional, sin el menor antecedente en esos renglones, en la primera
licitación, por 1,515 millones de pesos, y luego hasta un total sobre 2 mil 100
millones con las de otras dos?
¿No se advirtió que entre las mismas
ofertantes había diferencias de precios hasta superiores al 100 por ciento, y
que procedía escoger las menores, y bajo qué eficiencia se dieron apenas horas
para presentar ofertas, por qué no fueron directamente a
empresas de zonas francas que producen algunos de los productos que se quería
adquirir, y por qué el Estado mismo no importó directamente?
Aún nuestro sistema de salud no dispone de suficientes
pruebas para la detección temprana del virus. Pero Perú compró a China 1 millón
400 mil pruebas, por 29 millones de dólares, hace tres semanas, cuando sólo
contaba 263 contagiados y 4 fallecimientos. Brasil adquirió también de China
200 millones de equipos de protección. Pero aquí es el candidato presidencial
oficialista quien importa desde China en sus pequeños aviones. Que Dios y la
virgencita de La Altagracia nos cojan confesados!
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