Por Miguel Ángel
Cid Cid
Luis Abinader,
candidato del PRM a la Presidencia de la República, dada la crisis sanitaria
desatada por el coronavirus en el planeta, gestionó 26 ambulancias para
donarlas a igual número de ayuntamientos. La Alcaldía de Santiago de los
Caballeros fue seleccionada, entre muchas otras, para la entrega de una. Pero
el Alcalde, Abel Atahualpa Martínez Durán, rechazó la donación. Un gesto
desafortunado que retrata de cuerpo entero la madera de la que están hechos los
políticos dominicanos.
Vayamos, como
Jack el Destripador, por parte. Lo primero es que Martínez Durán, quien recién
hizo un bateo y corrido en el puesto, revela una miopía política abismal, pues
confunde la relación Partido-Estado. El partido lo señaló para el puesto, desde
luego, pero fue elegido para Alcalde de todos los munícipes santiagueros, sin
importar filiación política, religiosa, género, origen étnico, etc. Y
cualquiera que decida ayudar a la ciudad, ante el peligro de la expansión de la
pandemia, debe tomarse en serio. Es decir, él está ahí para servirle al pueblo
y no al partido.
Máxime cuando él
mismo anunció la construcción urgente de dos fosas comunes para enterrar los
eventuales muertos de la Ciudad Corazón por el coronavirus. Más reciente,
Martínez se disfrazó de astronauta y, con una brigada de hombres, salió por las
calles de la ciudad a matar uno a uno el fatal virus.
No se critica su
actitud proactiva de liderar los esfuerzos por limpiar y fumigar la ciudad,
sino la aparatosidad histriónica con que lo hace. Lo cual crea un estado de
pánico, angustia y desesperación entre los munícipes, que no contribuye a tomar
medidas preventivas racionales y concretas.
Las razones del
rechazo de la ambulancia de Luis Abinader se desconocen, pero se sospechan. La
ayuda de Gonzalo Castillo, por ejemplo, no sólo fue bien recibida, sino también
muy publicitada.
Como la crítica
pública no se hizo esperar, Abel Martínez se despachó con el siguiente alegato:
…estas
ambulancias deben ser entregadas en los centros de salud de los municipios
escogidos, porque ahí es que se necesitan, estos héroes, médicos, doctores,
enfermeras que están librando esta batalla son los que saben cómo se maneja el
protocolo sanitario que lleva cada uno de esos vehículos.
¿No podía él
recibirla y pasarla a un centro de salud público de la ciudad?
¿Será que en
Santiago todos los centros públicos de asistencia médica están sobrados de
equipos, que nada les falta?
¿Será que Abel
Martínez no tiene ningún municipio amigo al que pudiera transferirle
posteriormente la ambulancia?
¿Acaso puede
pensarse que Martínez Durán rechazó la donación por caprichos infantiles o
resquemores politiqueros?
Los que
entienden que, por lo delicada de la situación, Abel Martínez debió aceptar con
gallardía la donación, también piensan que debió asignársela a un tercero. Ahí
están los hospitales, el hospicio, los albergues infantiles. Acá está el padre
Nino Ramos de la Iglesia Santa Rosa de Lima, halándose las greñas de
desesperación porque no encuentra la manera de ayudar al sector más vulnerable
de la población.
Pero Martínez no
entiende que la política no cabe en la pandemia. Pasó por alto, entre otras
cosas, que cuando le pidió al Concejo de Regidores declarar en Estado de
Emergencia el municipio, los regidores que representan al PRM votaron a unanimidad
a favor de la declaratoria. Dándole un poder discrecional que de ahora en
adelante tendrá que demostrar que se merece.
En fin, lidiemos
con la pandemia con hechos, con acciones preventivas fundadas en la razón;
fijadas en las orientaciones de los médicos especialistas, y no en el miedo.
Para que no cunda el pánico.
En
cuanto a la política partidaria, pongámosla en cuarentena. A los políticos les
corresponde encontrar un terreno común, para juntos, derrotar a un enemigo
invisible que nos ataca a todos. El país así lo precisa.
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