Por JUAN T H
El presidente
Danilo Medina nunca ha desistido de su interés de mantenerse más allá de lo que
establece la Constitución que juró cumplir y hacer cumplir, que le prohíbe de
manera exclusiva y taxativa, hacerlo.
Desde el
comienzo de su gestión en el 2012 dio
indicios de reelegirse a pesar de haber dicho durante la campaña electoral que
no lo haría, que solo quería cuatro años y luego irse para su casa. Desde que
llegó al Palacio instaló un programa clientelar sustituyendo las instituciones
del Estado para personalizarlo. Su campaña no se detuvo un minuto nunca,
creando suspicacia entre sus propios compañeros de partido. En efecto, antes de
terminar propició una reforma Constitucional después de un pacto de 15 puntos
que no cumplió.
Se estableció el
“nunca jamás”. Lo aprobó en ese momento, pero sin detener sus aprestos
continuistas. Los “candados” duros, pétreos, que se les pondría a la Carta
Magna, nunca se pusieron, dejando como una salida legal, la propia Constitución
en su vigésimo transitorio, abalado por
suerte por el Tribunal Constitucional. Sin embargo, los defensores del
mandatario sostenía, que se le estaba negando un derecho fundamental como el de
“elegir y ser elegido”, cuestión que fue negada por la OEA después del informe
de la Comisión de Venecia. Sin embargo, las acciones no se detuvieron. Los
planes se trasladaron al Congreso donde sus lacayos decían tener los votos
necesarios para aprobar la reforma. Nunca los tuvieron.
Contra el ex
presidente Leonel Fernández se desató una campaña feroz. Danilo, utilizando los
recursos del Estado, le quitó la mayoría en la Comisión Política y el Comité
Central, dejando a Leonel como uno más, presidente del partido sin control
alguno. Tantos palos le dieron, públicos y asechados (hasta le trajeron a
Quirino para que le cobrara una supuesta deuda de 200 millones de pesos) no
dejándole otro camino que formar tienda a parte producto del fraude que le
hicieron durante las primarias, a plena luz
del día y de la noche, pues la JCE permitió que se votara incluso en la
madrugada.
Danilo dividió
al PLD. Si la oposición no se empantalona, sino no toma el Congreso y las
calles con manifestaciones multitudinarias, el sector oficialista hubiera
comprado la reelección, pues estaba ofreciendo hasta 30 millones de pesos por
cada voto y otras prebendas. La lucha popular, pues, frenó el continuismo.
Al presidente
Medina el coronavirus le llegó como un regalo del cielo. No tomó las medidas
urgentes aconsejadas por la Organización Mundial de la Salud para ganar tiempo.
Provocó la suspensión de elecciones municipales que debieron realizarse un mes
después, que perdió abrumadoramente en las provincias y municipios que
congregan la mayor cantidad de votantes. Fue un golpe duro. Los comicios
estaban muy vigilados por los observadores nativos y extranjeros. Por eso no
hicieron grandes distorsiones.
El avance del
Civid-19 es una gran excusa para impulsar, desde otra óptica, el continuismo.
Ahora dicen sus correligionarios que no
hay condiciones para las elecciones del 5 de julio como las ha pautado la JCE.
Dicen que la prioridad es la salud del pueblo, no los comicios. Pero ocurre que
no es verdad. “¡Mentira del Diablo! El gobierno apenas invierte 1.8 del PBI
cuando los organismos internacionales y el Colegio Médico Dominicano exigen
mínimo un 5%. La salud del pueblo no es ni ha sido prioridad para el PLD.
Los agentes de
la permanencia de Danilo en el poder han logrado crear una corriente de opinión
favorable. Hasta dirigentes importantes de la oposición, religiosos, abogados y
periodistas dicen que no puede haber alecciones. Desarrollando el plan, que en
principio lucia tímido, pero que ahora es grande, se habla de permitir que
Danilo siga mientras exista la crisis sanitaria. Alegan que Danilo y los legisladores actuales fueron
electos, por lo tanto pueden quedarse hasta que haya condiciones de
salubridad para las elecciones, lo cual
sería dentro de cuatro años más. El artículo 275 de la Constitución dice –por
suerte- que el presidente, vicepresidente y los congresistas cesan al cumplir
su periodo, es decir el 16 de agosto de este año. ¡Ni un día más!
Yo sé que lo
político está por encima de la ley, de la Constitución, incluso. Se de igual
modo que ninguna ley es inocente, que la Constitución tiene una naturaleza
política de clase, que se trata de un ordenamiento jurídico a través del cual
los sectores económicamente poderosos aplastan a los demás. Ha sido así
siempre, aquí y en todas partes. Ningún subterfugio jurídico o de cualquier
otra índole puede impedir las elecciones
y el traspaso de mando. Danilo dice que no seguirá en el poder un día
más de lo establecido. Que me perdone, pero no lo creo. Ojalá, por primera vez
en ocho años, esté diciendo la verdad.
Como dice el ex
presidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Subero Isa, no hacer las
elecciones le traerá muchos problemas políticos, económicos y sociales al país
que no se quedará sentado de brazos viendo cómo se violenta o se cambia la
Constitución para favorecer la continuidad del presidente Medina. ¡Es una
locura!
Además,¿si la
gente hace colas kilométricas de cuatro y cinco horas para entrar en un banco,
a farmacia, mercado, supermercado o colmado,
por qué no hacerla –tomando los correctivos de lugar- para votar en 30 minutos o una horas y cumplir así con el
mandato constitucional, manteniendo el orden jurídico, evitando una crisis
política de consecuencias impredecible?
¿Por qué
insistir en salir por la puerta trasera de la historia dándole una estocada
mortal a la Constitución provocando una revuelta, guerra civil, un
levantamiento militar, huelgas, represión y muerte? ¿Por qué, señor presidente
Danilo Medina?
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