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Por Miguel Ángel Cid Cid
En la entrega anterior revisamos a tres iconos del Carnaval de
Santiago: al lechón, a Cucharimba, y al Roba la Gallina. En la de hoy vamos a
desenmascarar a un lechón y, de paso, lanzar una propuesta.
Tres tipos de caretas, ya se sabe, sobresalen en el carnaval: las
joyeras, que representan al barrio La Joya; las pepineras, a los Pepines; y las
de Pueblo Nuevo. Las primeras tienen dos grandes cuernos repletos de cuernitos
coloridos; la segunda tiene dos cuernos largos pintados con colores alternados
y lizos; y la tercera, tienen muchas flores en sus dos cuernos.
Al lechón que le quitaremos la careta usa dos, de forma alternada: la
joyera y la pepinera. Y desde niño se sumergió con entusiasmo en el Carnaval de
Santiago y ya va por los 54 de los buenos y todavía participa, gozándolo cada
vez más. Ese lechón, cuando se quitala careta y el pintoresco traje, tiene un
nombre: Julio César Valentín. Él mismo lo confiesa así:
--Yo me disfrazo desde los 8 o 9
años de edad. En los años 80, de militancia intensa, me disfrazaba en años
intercalados. Luego del 1992, me disfrazo todos los años--.
Y es que en sus años juveniles, Valentín, el ahora Senador de la
República, incursionó en el deporte, en el teatro, en las diferentes
manifestaciones culturales de la época, y en la política. Abandonó dos de esas
sus pasiones y se concentró en el carnaval y la política. Dos actividades
distintas entre sí, pero que tienen un detalle en común: estar siempre rodeadas
de pueblo.
En la política su éxito es conocido. En cuanto al Carnaval de
Santiago, la Corporación Carnavalesca de Santiago (CORCASAN) y otras
organizaciones folklóricas le hicieron un merecido homenaje, no por diputado
que lo fue, ni por senador que lo es, sino por el despliegue de energía que
viene inyectándole al carnaval, como lechón, durante más de cuatro décadas.
Sin embargo, debo admitir que no pude establecer, la semana pasada, el
trote rítmico del lechón que representa Julio César Valentín. Si se desplaza de
un lado a otro con las puntas de los pies, de medio la’o, haciendo sonar con el
zangoloteo los cientos decascabeles que lleva encima. O si le ha bajado algo a
su performance. Como el final del carnaval se pospuso para mañana, me fijaré.
No voy a redundar aquí en mi valoración de los aportes de Raudy Torres
y Ramón Arturo Reyes (Cucharimba) al Carnaval de Santiago. Prefiero formular
una pregunta:
¿Cómo es posible que, dado la relevancia de los aportes de estos dos
personajes al carnaval de Santiago, la Corcasan no les ha concedido sus
merecidos homenajes?
Es irrelevante responder, para salir del paso, que se valorará la
posibilidad de rendir honores a Raudy y a Cucharimba. Creo que La Corporación
Carnavalesca de Santiago debe designar, desde ya, una comisión que organice los
actos festivos para rendir honor a esos dos gigantes del carnaval santiaguero.
Propongo, en ese sentido, que uno de los integrantes de la eventual
comisión sea el senador Julio César Valentín. Y que se integre, a la misma, la
Dirección del Ministerio de Cultura, la Gobernación Provincial y el
Ayuntamiento de Santiago. Sin perder de vista e integrando al sector
empresarial.
Sería algo así como la puesta en abismo del carnaval. El carnaval
mirándose así mismo, reconociendo los latidos, sintiendo los pálpitos de la
ciudad Corazón. Honor a quien honor merece. Para que el carnaval de la Hidalga
continúe crecido sobre símismo. Para que Santiago se honre y repita con orgullo
“Santiago es Santiago, Santiago es
Santiago, la ciudad Corazón”.
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