Por
Juan TH
Todos los
políticos dicen más o menos lo mismo cuando están en campaña, con distintas
palabras, como en un juego de malabaristas que compiten por el poder para,
luego en el trono, hacer exactamente lo contrario a lo que han prometido,
porque “una cosa es con guitarra y otra cosa es con violín”. No es lo mismo un
candidato que un presidente. El candidato es un hombre bueno, cercano, que
abraza viejas y viejos sin dientes y semidesnudos fruto de la miseria que ellos mismos producen, cargan
niños harapientos, que apenas caminan
por la falta de alimentos, que no hablan porque nadie les ha enseñado, que se
mueren en los hospitales porque no hay atención. Un político es un encanto,
pero tan pronto se instalan en el gobierno se colocan distantes de la gente que
lo colocó en la cúspide. Como si las odiara.
Los candidatos
del PLD son adorables; hilvanan las palabras de una forma muy especial. A
cualquiera convencen. Son como los hombres cuando están enamorados de una
mujer: prometen el cielo, la luna, las estrellas y todo el universo, pero
después que se la “levantan”, que la consideran suya, la abandonan, la cambian
por otra o le son infieles. Eso hacen con el pueblo: lo enamoran con “lindas
palabras muy tiernas”, le compran los deseos de cambios y superación, pero tan
pronto llegan al poder les dan una patada en el trasero, dejándolo sumidos en
la pobreza.
Danilo Medina
prometió hacer lo que nunca se había hecho. Y cumplió: empeñó el país, lo
convirtió en un narco-estado, inseguro y brutal, sin valores ni humanidad.
Nadie lo había hecho, es verdad. Como dice el dirigente reformista Guillermo
Caram, Danilo ha tomado más dinero prestado que todos los presidentes juntos a
lo largo de la historia. Y eso, damas y caballeros, nadie lo había hecho.
En los 20 años
que el PLD ha gobernado no han resuelto ningún problema nacional fundamental.
Reto a cualquiera a que demuestre lo contrario: no hay energía eléctrica (los
apagones continúan), no hay agua potable (miles de hogares sin el preciado
líquido), el sistema de salud colapsó (hospitales destruidos sin los equipos
necesarios ni medicamentos fruto de una
inversión pírrica), la inseguridad ciudadana es tal que todos caminados temerosos
de que nos asalten, violen o maten, la educación, pese al 4% del PIB, nos
mantiene en los últimos lugares en todo el hemisferio, la pobreza no se detiene
(9.5% de la población pasa hambre, según las Naciones Unidas), el déficit
habitación supera el millón 500 mil, el empleo es de mala calidad, casi el 60%
es informal, la deuda externa es insostenible (más del 54% del presupuesto se
va en pago de los intereses de la deuda, el sistema de justicia no sirve, la
gente no cree en la policía, jueces y
fiscales, la corrupción se lleva todos los años el 4% del PIB, de acuerdo con
los organismos internacionales. ¡El país del PLD es uno de los más corruptos
del mundo! Entonces, ¿por qué debemos mantener al PLD en el poder? ¿Acaso no
dicen todos los candidatos del dios Zeus (Danilo Medina) que de ganar la
nominación presidencial continuaran su obra de gobierno? Y yo me pregunto:
¿Cuál obra? ¿Continuar con la inseguridad, la falta de educación, salud,
viviendas, etc.? ¡Demonios, no! ¿Y Leonel Fernández qué?, ¿Acaso no gobernó
durante 12 años? ¿Por qué debemos votar por él? ¿Por qué debemos confiar en
este encantador de serpientes venenosas que, como decía mi amigo Yaqui Núñez
del Risco, “improvisa las palabras, pero no las ideas”?
El país debe
cambiar de rumbo. Propiciar el cambio. El PLD no merece otra oportunidad; al
contrario, el pueblo debe darle un voto de castigo.
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