Por Roberto Valenzuela
Sin ser un experimentado sociólogo, me atrevo a señalar que en la práctica,
aunque nos empeñemos en negarlo, el dominicano ve la figura del Presidente como
un dios; y añora a Rafael Leónidas Trujillo Molina. Y nuestra clase
política ha repetido muchas de las mañas y técnicas que usaba el tirano,
asesinado el 30 de mayo de 1961.
El dominicano visualizaba a “Dios y Trujillo”. La Iglesia Católica tuvo que
ver con santificar, igualar al tirano con Dios: en algunas iglesias cantaban
canciones a “San Rafael”, refiriéndose al santoral (el Santo Rafael) o el día
que nació Trujillo (que se llama Rafael). Nació el 24
de octubre de 1891. Es decir, lo único que faltaba era que dijeran “San
Trujillo”, pero lo acomodaron y decían “San Rafael”…
Don Mario Read Vittini me
contó (y lo relata en su libro “Trujillo de Cerca”) que había gente
que tenía al tirano como un santo en un altar, al que le prendían velas y le
pedían milagros.
Virgen de la Altagracia
Antes que a Trujillo, al presidente Horacio Vásquez, lo endiosaban como una
figura mitológica: decían que era la “Virgen de la Altagracia con Chiva”. Al
presidente Joaquín Balaguer sus seguidores lo veían como un ser sobrenatural; y
él frecuentemente hacía gala de su protección divina. Una vez el helicóptero en
que viajaba tuvo desperfecto técnico; aterrizó de emergencia. Balaguer atribuyó
a que sobreviviera de una muerte segura a Dios y la Virgen de la
Altagracia.
En Semana Santa, una diputada de Moca, Olfalida Almonte, comparó al
presidente Danilo Medina con Jesucristo. Las críticas fueron tan despiadadas
(con todos tipos de burlas, llamándola satánica y blasfema), que ella dijo que
se sentía perseguida.
Lastimosamente, ella tiene razón, pues dice el historiador Euclides
Gutiérrez Félix que lo que más se parece a Dios es un Presidente, por todos los
poderes que concentra. Recuerdo también que al expresidente Leonel Fernández le
cantaban canciones diciendo que “no hay nadie más para sustituirte…”, es decir,
viéndolo como un líder mesiánico.
Popularidad Ramfis
Son dos elementos que se combinan: ver al Presidente como un Dios, centro
de todo y que todo lo puede, todo lo ve; y una eterna simpatía por la “mano
dura” de los dictadores, como Trujillo. Una muestra es que el nieto del
dictador, Ramfis Trujillo, quien no vivió la era de su abuelo, se ha convertido
en un verdadero fenómeno de popularidad. He consultado tres encuestas de
trabajo, que están en mano de empresarios y las cúpulas de los partidos
tradiciones; y él (Ramfis) cuenta con una “simpatía electoral” que oscila
entre siete, ocho y 10%. Y con la tendencia a seguir creciendo.
Es un fenómeno interesante: no tiene un partido con estructura fuerte; no
anda con un maletín de dinero comprando votos ni simpatías. Su discurso
nacionalista (denuncia que la frontera con Haití no existe), la mano dura
contra la delincuencia, la corrupción, el desorden administrativo ha calado
profundamente.
Trujillo vive
En el 2006, en una entrevista para la revista “Cambio”, el
historiador Ramón Font Bernard señaló que “el modelo Trujillo aún gravita en el
país”, bajo la premisa de organizar la nación “rompiendo cabezas”.
Font citaba que una muestra es cuando “la gente suspira por el señor Pedro
de Jesús Candelier, como el hombre que puede poner orden y autoridad” a base de
sangre y fuego. Fue un temido jefe de la Policía muy famoso porque combatía la
delincuencia con “intercambios de disparos”, en los que murieron muchos
jóvenes, que eran presuntos delincuentes.
Mi opinión es que un gobernante no es un Dios, sino un humano con virtudes
y defectos; y en segundo lugar la solución no es la famosa “mano dura”, el
orden debe entrar a través de las leyes sociales. La piedra angular de todas
las naciones que se han desarrollado es una justicia fuerte en todo el sentido
de la palabra.
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