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POR ROLANDO ROBLES
La semana pasada les hice una introducción de las preocupaciones que
tengo, en relación con la situación política electoral del país, de cara al año
2020. Es muy cierto que son inquietantes -por lo que está en juego- pero, no
llegan al agobio. Porque es que, a fin de cuentas, no es posible que nuestra
clase política sea tan tradicionalista y recalcitrante, que se ate tan sólidamente
a esos sectarios y viejos esquemas, que imposibilitan la unidad del votante.
El argumento para seguir divididos, tiene varias justificaciones.
Están los que claman por el criterio “ideológico” para mantener las diferencias,
y que son una minoría que, nunca ha alcanzado el 2% de los votos, ni siquiera
en las encuestas mas frívolas. Desde luego, eso de la “ideología”, no lo se creen
ni ellos mismos. Basta con que accedan al manejo del presupuesto y enseguida muestran
que no hay tales diferencias.
Hay por otra parte, una franja más o menos grande, talvez de 15-20%,
que predica la seriedad como rasero. Este grupo es el que piensa que todos los
peledeístas son ladrones y corruptos, sin distinción. Ellos tampoco se lo creen
de verdad, pero lo propagan, a ver si los votantes lo asumen como cierto y, en
consecuencia, votan por los “serios”, que deben ser -siempre según ellos- todos
los opositores al gobierno.
Existe otro quintil, el mas sincero y atrasado, que admite la
corrupción como algo natural; el problema es que ellos no han podido llegar a
ese nivel, pero, en cuanto consiguen “colarse”, en una u otra posición o cargo,
se convierten en mas corruptos que el gobierno haitiano. Y hasta te dicen, con
el mayor descaro: “anjá, acabar con la
corrupción ahora que yo llegué, no me digas”
Y en el lado opuesto totalmente, está una buena parte de los
oficialistas, dentro y fuera del gobierno. Los que sueñan con que de pronto, a
Danilo se le pase aquello de superar a Bosch y a Leonel en el porcentaje de
votos obtenidos y de obras construidas -algo que ya casi logró- y respalde una nueva
postulación de Fernández.
Junto a estos últimos, hay otro grupo -no sé qué tan grande sea- que
también sueña, pero con otra cosa. Ellos anhelan que Danilo se quede y Leonel
lo apoye, pura y simplemente. Pero los sueños, sueños son y terminan al
despertar. Ahora, a los soñadores, hay algo que los une, y es el ferviente
deseo de ganar solos las elecciones, para no tener que repartir con nadie más
“su gobierno”, otro sueño.
En este escenario, se encuentra Leonel Fernández. Su discurso tiene
que mostrar una dicotomía, que no es nada conveniente. Por un lado, “no debe
hablar mal del camello” (Danilo y su gobierno) porque sabe muy bien que, de
llegar a un acuerdo, tendrá que venderlo como un “camello excepcional, capaz de
atravesar el Sahara sin pararse”; y que se lo crean todos. Pero además tiene
que asegurarle a Danilo que, una vez cruce el desierto, no tratará de
deshacerse del dichoso camello.
Por otra parte, Fernández está en la obligación de elaborar un plan
“B”, por si acaso. No hay que olvidar que en San Juan cualquier día llueve y,
por tanto, el paraguas debe estar a mano y ser de buena calidad, a prueba de
ventarrones.
Evidentemente, el sector leonelista aspira llegar a un punto de negociación,
pero, sabe perfectamente, que el terreno es movedizo. La experiencia de 2015 dice
que cuando hay dinero, casi todo se puede y que los diputados de la oposición
-y los suyos también- pudieran estar pensando en un retiro cercano. Por eso los
ingentes esfuerzos para descalificar la muy sonada reforma constitucional y de
paso, satanizar la reelección.
Si se impone la sinrazón y Medina finalmente da un manotazo y modifica
la Constitución, se abrirá una caja de Pandora y las posibilidades futuras
serían totalmente imprevisibles, para Medina, para Fernández y también para
Abinader. Sin embargo, hay que aceptar que desde el poder se facilitaría el
control del PLD y Danilo Medina sería el candidato oficial de “su partido”.
Lo primero es que, una vez declarada la intención continuista de
Medina, se generaría un “frente común contra la reelección” y Leonel tendría
que tomar la decisión de su vida. Y si no escoge la correcta, podría llegar el
final de su carrera.
Algo similar podría pasar con Abinader, que ya evidenció su techo
electoral y que, a pesar de su corta edad, no puede sufrir otra derrota. La
movilidad política de hoy día, pone fecha de expiración a todas las
candidaturas, por aquello de la caducidad inducida; de forma que Luis no puede dejar
pasar la oportunidad de un pacto con Leonel, que los lleve al poder a ambos en
el 2020 y el 2024.
Como se infiere de esta nueva situación, Luis y Leonel están compelidos
a un acuerdo de largo alcance, sustentado en una coalición de partidos y una
justa repartición del gobierno -a partes iguales- entre ellos y siempre protegiendo
a los partidos menores que sustenten la coalición.
Solamente una coalición de esta envergadura, podría detener la
reelección de Danilo Medina, si es que decide “dar el manotazo institucional” y
lanzar el país a una aventura de consecuencias imprevistas y preocupantes en
demasía. Personalmente, aún creo que no lo hará, pero la gente dice por ahí,
que “nadie sabe lo que piensa un sanjuanero”. Bueeeno…
Ya para finalizar esta segunda de cuatro entregas que tengo en el
tintero, debo apuntalar mi “statement” o declaración sobre este tema y lo
quiero hacer con el siguiente planteamiento: Leonel está en el deber de hacerle
una propuesta confiable a Luis, para que conformen una boleta única, con los
dos, y que, en el 2024, la encabece Luis Abinader, con un vice del área de
Leonel.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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