Por Roberto Valenzuela
La gente se avergüenza de mostrar la foto de su cédula. No conozco un solo
contribuyente que esté conforme con su foto de la cédula de identidad y electoral:
las quejas son frecuentes y siempre son las mismas. Sea que los ciudadanos
saquen el documento por primera vez, al cumplir 16 años, la llamada “cédula de
menor”; que la de mayoría de edad o cuando se busca un duplicado por perdida.
Todos se quejan por lo mal que queda la foto en el documento de identidad,
que para colmo debemos presentar donde quiera que vamos a hacer un proceso
burocrático. En un banco, para recibir una remesa, para sacar las placas
de los carros (pagos de todos los
impuestos) y otros.
Aunque parece un detalle banal, insignificante ahí se demuestra la
deficiencia de los servicios y lo poco que importan los contribuyentes, pues la
Junta Central Electoral (JCE) debe buscar un personal bien entrenado para hacer
las fotos. Debe contratar fotógrafos profesionales y estamos seguros que
las quejas se acabarán. Hemos contactado en que sus empleados no saben ni
tienen conciencia de hacer una foto con un mínimo de decencia. Y mucho menos
tiene conciencia de lo importante que es para una persona quedar bien
presentado en un documento que le acompaña toda la vida.
Sin oreja
Una de las quejas es que la gente queda con el color alterado, un negro
sale blanco o viceversa; la cara más ancha o fina: totalmente diferente a como
es realmente el perfil del dueño del documento.
La dejadez se presenta en la misma sede central, en los centros de los
barrios, en la capital y las provincias. Los mismos empleados de la JCE,
conscientes del tollo, de la chapucería en hacer la foto suelen burlarse,
diciendo: “esta es la máquina asesina”. Así bautizaron sus cámaras
fotográficas, refiriéndose a lo distorsionadas que quedan las fotos.
Vi una señora llorando en el centro de Plaza Naco (donde acudí a buscar un
duplicado de cédula); ella decía que había venido desde Nueva York, Estados
Unidos, y la dejaron “sin oreja” en la foto de la cédula.
Una jovencita decía que había quedado “tan fea e irreconocible” que nadie
iba a saber que era ella, cuando mostrara el documento en un banco u otro
lugar.
Si se destina tanto dinero a los partidos y en la organización de las
elecciones, por qué no tratar con un mínimo de dignidad a los responsables de
pagar los impuestos de donde salen los recursos. Claro, en RD no hay cultura de
tratar bien los contribuyentes, pero esa conciencia se debe ir adquiriendo.
Retamos a los miembros de la JCE a que hagan un simple sondeo entre
familiares, amigos y empleados de la misma Junta, preguntando si están
conformes con su foto de la cédula. Comprobarán todo lo que estamos
diciendo en este artículo.
Malos suplidores
Consulté con varios importadores de equipos fotográficos, con fotógrafos
profesionales de prensa y coinciden en que el problema radica en dos ejes: en
la falta de profesionalización de los empleados; y en la mala calidad de los
equipos. Dijeron que la JCE nunca ha tomado en serio el citado caso, nunca le
ha puesto carácter, a pesar de las viejas quejas de los usuarios.
“Compran unas camaritas para salir del paso. No han invertido en buenos
equipos y no le importa; es una vergüenza que una dependencia con tantos
recursos no tenga cámaras profesionales”, comentó un reportero gráfico.
Explican que sería lo mismo y el servicio no mejoraría si compran cámaras
profesionales y no contratan fotógrafos profesionales, tiene que ser una combinación
de las dos cosas. Sostienen que las fotos quedan con mala calidad por la “baja
resolución” de las cámaras fotográficas de la JCE.
Estamos seguros que a pesar de la mala calidad de las fotos, a la frecuente
inconformidad, los suplidores y funcionarios de la JCE se ganan millones en las
compras de equipos fotográficos.
Estamos seguro que los suplidores, los magos, brujos que siempre
ganan las licitaciones de los equipos fotográficos debe ser una empresa ligada
a amigos o familiares de los políticos y miembros de la JCE.
Ojalá que eso se corrija y el presidente de la JCE, Julio César Castaños
Guzmán (que pertenece a una prestigiosa, honrada y honorable familia), y demás
miembros del organismo no se sigan haciendo los sordos ante una queja tan
evidente, vieja y desagradable. No todo en la vida tiene que ser amasar
fortuna, hay que pensar en los desamparados contribuyentes.
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