Por JUAN T H
El nuevo
presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (Amlo), como lo llaman
popularmente, no ha comenzado a gobernar cuando ya le han organizado una
protesta por el anuncio de algunas de las 50 medidas anunciadas antes de
arribar al poder.
Supongo que
según pase el tiempo, seguirán las protestas, tomando cada vez más fuerza en la
medida que el flamante mandatario adopte posturas firmes contra el tráfico de
influencias, la corrupción, el nepotismo, impidiendo que la impunidad continúe
reinando en el país.
Temo por su vida
y por la ruptura de orden
constitucional. Tendrá muchos frentes afilando navaja en su contra: oligarquía
rancia, narcotraficantes, paramilitares, contrabandistas, evasores de impuestos,
delincuentes débiles y poderosos, criminales organizados, entre otros. Tendrá
otro enemigo poderoso: Estados Unidos, que le seguirá muy de cerca los pasos. (Como
dijera el dictador por 30 años Porfirio
Díaz: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”)
López Obrador no
puede fallarle al pueblo mexicano, de la misma manera que el pueblo mexicano no
puede fallarle a López Obrador.
México es un
país grande, con cerca de dos millones de kilómetros cuadrados, 124 millones de
habitantes, más del 53 millones de pobres (46%) y un 7% adicional en pobreza extrema. Y como si fuera
poco, más de 7 millones hablan cerca de
70 lenguas indígenas, con más de un millón que solo habla el idioma de sus
ancestros.
López Obrador
quiere cambiarle el rostro al “México
lindo y querido” que conocemos por su
vasta y antigua cultura expresada en las artes,
gastronomía, música popular y folclórica,
compositores y cantantes, etc., con
acciones radicales que rompan con las cosasque le han impedido avanzar y
convertirse en un país desarrollado a
pesar de tener tantas riquezas naturales renovables y no renovables.
Para lograrlo,
el mandatario tendrá que contar con el respaldo absoluto de las grandes mayorías,
empobrecida, fruto de la inequidad en la distribución de la renta nacional. La
décima tercera economía del mundo no puede tener tantos pobres. Basta con decir
que 20 familias, llamadas “los amos de México”, concentran el diez por ciento
del Producto Interno Bruto.
Esa oligarquía y
sus socios nacionales y extranjeros no está dispuesta a permitir que todos sus
privilegios y sus fortunas sean tocadas para favorecer el bienestar común.
Harán lo que tengan que hacer, incluso derrocarlo y hasta matarlo. Tienen el
poder para crearle una crisis política y social que le impidan gobernar con el
apoyo de su vecino del Norte, como ha ocurrido en otros países latinoamericanos
donde las ideas de izquierda tomaron el poder. (Brasil, Venezuela, Ecuador,
Nicaragua, Cuba, son sólo algunos ejemplos)
Esos grupos, que
actúan como cárteles, tienen los medios de comunicación y el dinero para hacerle
la vida imposible al presidente acusándolo de dictador, antidemocrático,
comunista, etc. Busquen, queridos lectores, “cómo derogar un gobierno en cinco pasos” del
politólogo Gene Sharp autor del libro “De la dictadura a la democracia” donde explica,
además, los 198 métodos para derrocar gobiernos con “golpes (de Estado)
suaves”, como el desabastecimiento de alimentos, medicamentos, combustibles, etc.,
acompañados de manifestaciones cada vez más violentas, produciendo de ese modo
un país ingobernable.
De esas cosas
debe cuidarse López Obrador si decide –parece que sí- cumplir con sus promesas
de campaña por más de diez años. El pueblo, a través de organizaciones de la
sociedad civil, partidos de izquierda, sindicatos, el Congreso, deben estar
atentos para impedir un Golpe de Estado o cualquier otro intento por romper el
marco constitucional o atentado para matarlo.
El pueblo en las
calles debe enviarle un claro mensaje a “los amos” de México advirtiéndoles que
hará valer, al precio que sea, la voluntad popular.
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