POR ROLANDO ROBLES
Todo parece indicar que el partido de Juan Bosch padece la mayor crisis de
su historia, aunque prácticamente, nadie quiere admitirlo. Luce como si todos
se pusieron de acuerdo para imitar al cándido avestruz, que esconde la cabeza
para no ver la realidad. Y este comportamiento, desde luego, es insólito, en un
partido que una vez, prometía ser paradigma del ejercicio político nacional.
Pero de nada servirían los lamentos, porque el PLD no se
metió solo en la encrucijada. Y tampoco saldrá solo de ella, muy a pesar de la
cantaleteada autosuficiencia que su dirección -en especial la de nivel medio-
pregona a diestra y siniestra. En realidad, todos hemos sido culpables de la
aparente involución de este partido; y créanme, no se trata de buscarle una
salida de escape emocional a su dirección, ni de pretender echar las culpas al tiempo
en lugar de España.
Cuando los peledeístas, gobiernistas y opositores,
comenzaron a perder el Norte y generaron las distorsiones que hoy los acogotan,
la clase política nacional que los adversa, supuso que esos pleitos familiares
serían caldo de cultivo suficiente para la división interna y que ello a su
vez, provocaría la derrota del partido morado. Pero -y aquí es donde justifico
sus culpas- nunca presentaron un frente opositor común, que significara, aunque
fuera sólo en apariencia, la posibilidad de construir una mayoría electoral.
Por esa apatía, somos todos culpables.
Es muy cierto, el PLD puede perder las elecciones del
2020, y hay quien piensa que sería lo mas conveniente para el país -yo no estoy
tan seguro de eso- pero el asunto es que no hay quien les gane; si ellos se
mantienen mínimamente unidos. De cualquier manera, el que hoy les escribe, no
tiene muy claro, cuál será la solución del rompecabezas y, por tanto, sólo
puede demandar coherencia política de parte de los actuantes.
Lo que, si alcanzo a entender, es la pasividad con que se
maneja el sector de Leonel Fernández, que apuesta a que finalmente, Danilo
Medina pueda entender la pertinencia de apoyarlo a él y le proponga un pacto
para que Medina y su grupo puedan controlar el partido, aun fuera del poder y
que les garantice, además de un trato equitativo en un futuro Gobierno de
Fernández, que se cumpla con la regla básica del que viene con el que se va, o
sea, “entre bomberos no se pisan las mangueras”. Lo importante es que no se
edite otra versión del “quirinazo”, porque lo del impedimento a Danilo para que
algún día pueda volver, está sobrentendido y aceptado.
Aunque está circulando la especie de que ya ese acuerdo
está aprobado en un 75%, personalmente creo que ello no es, ni será posible. Es
que los problemas surgidos al calor de las luchas existenciales de los dos
grupos hegemónicos y los sobredimensionados egos de los “generales”, hacen casi
imposible que se materialicen esos anhelados convenios por la sobrevivencia del
partido (y de los grupos) más allá de mayo de 2019.
En este punto, y precisamente por la coherencia que exijo
de los demás, he de admitir que, en todo este embrollo, tengo un favorito y que
es Leonel Fernández. A él en persona van destinadas estas modestas opiniones, para
que evalúe con criterio crítico, la situación real de su candidatura, que luce
imponente para mi gusto, pero que precisa de acciones más aguerridas, por la
naturaleza y los recursos de que dispone su opositor principal.
La próxima sección del Comité Central del partido, solo
servirá para poner en escena el poder de Danilo Medina en el PLD, algo que el
sector de Leonel Fernández parece no entender o no querer aceptar. Como se nota
que no digieren eso de la “correlación de fuerzas” en los organismos de mando,
actúan de espaldas a la realidad; y eso tiene un costo político para la
candidatura de Fernández.
En lugar de luchar contra los molinos de viento, que su
gente supone que representa el clan de Medina en la dirección del PLD, don
Quijote lo que debiera es, afianzar sus relaciones con los pequeños partidos
que lo han estado respaldando y que éstos lo proclamen -antes de que Danilo
hable en marzo- como su candidato presidencial para las elecciones del próximo
año.
Este movimiento, que no tiene que ser aceptado por Leonel
de manera pública, pudiera evitar lo de los “plazos fatales” que se consignan
en la nueva Ley de Partidos. Pero, además, serviría para establecer un bajadero
legal -aunque no se use a plenitud- en caso de que la aplanadora del Palacio Nacional
decida jugar a “todo o nada”.
Paralelamente con esas acciones, que son de simple
sentido común, tanto Leonel Fernández como Luis Abinader, deberían empezar una
serie de contactos públicos y privados, para intercambiar ideas y puntos de
vista sobre la situación nacional. Estas reuniones, que son tan pertinentes
como legítimas, dejarían abiertas todas las posibilidades, ante la agresividad
del equipo de Medina que, entre otros atributos, es el enemigo común de ambos
candidatos.
Creo firmemente que, las posibilidades de Leonel
Fernández están basadas en que pueda orquestar un movimiento de afuera hacia
adentro de su partido y de que Danilo Medina se convenza de que, al igual que
él, Leonel también está decidido a jugar a “todo o nada”.
Los tiempos han cambiado y ya no es asunto de “cómo
soplen los vientos”, lo realmente valioso es que el León tiene garras poderosas
y que está dispuesto a usarlas, pero para ello, tiene que salirse de la jaula
que le construyó el PLD a su alrededor.
Como mencioné a Luis Abinader hablando de Leonel
Fernández y su PLD, no quiero dejar una sensación agridulce en el gusto de mis
amigos, que pueda inducirlos a pensar que yo juego a ser el abogado del Diablo,
pues tal honor, admito, solo está reservado para las mentalidades superiores.
Es por ello que trataré por separado su situación, a la
luz del dédalo que implican, las aspiraciones de Hipólito Mejía y el poder de
convencimiento que pueda tener el Palacio Nacional, en una eventual convención
interna del PRM.
¡Vivimos,
seguiremos disparando!
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