Por Miguel Ángel Cid Cid
La columna “Cultura y Municipio”, tocó diana el pasado sábado al
lanzar al espectro virtual varias interrogantes sobre el Parque Central de
Santiago. Entre las dudas, una de ellas irritó más de la cuenta. La que
alborotó los demonios fue, “¿Seguirá en manos privadas el Parque Central de
Santiago?”. Esa, fue una simple pregunta, nadie debió sentirse ofendido, lo
único que había que hacer era exponer su verdad al pie de la publicación para
edificar los lectores.
Los que leen mis disquisiciones se estarán preguntando ahora, ¿Quiénes
son los iracundos?, ¿Hay razón de enojarse por un cuestionamiento con la
intención de esclarecer la potestad sobre el espacio público de la ciudad? “Se
dice el pecado, nunca el pecador”, rezan las voces de la calle.
Que un “Juan de los palotes” ponga en duda el ¿derecho? de la
oligarquía santiaguera a abrogarse funciones que por ley corresponden al
gobierno local, preocupa más de la cuenta. Es una osadía cuestionar gente de
tan alta alcurnia desde la plebe. ¡Qué dilema!, en la sociedad de hoy,
contrario a las monarquías, los de la plebe también son ciudadanos.
Ahora, lo inverosímil del caso está en que quienes se sienten aludidos
no son oligarcas, más bien allegados, empleados y sabuesos.También, están los
que les encanta servir de voceros impertinentes de una oligarquía parasitaria.
Inclusive, algunos contradicen la esencia político-filosófica de las
organizaciones que representan. Es el caso, de un miembro de Participación
Ciudadana en Santiago quien luego de leer el artículo me envió un mensaje en
privado. Según él, el texto demuestra fehacientemente que yo estoy equivocado.
Afirma que, “el Parque Central no está en manos privadas sino en manos de un
patronato donde el Ayuntamiento es parte junto a otras muchas organizaciones e
instituciones públicas…”. El miembro de PC debe saber, que ser contrario al
alcalde no es óbice para desconocer las leyes y el rol que a él le corresponde
como primera autoridad de la ciudad.
En verdad, sentí algo de rabia con este personaje, pues al final del
texto escribió, “Esta es la opinión del Administrador”, refiriéndose a quien
administra el Parque Central. Es como si el administrador fuera mudo o no
supiera escribir.
¿Por qué si el Administrador del Parque Central tiene mi número no me
interpeló él directamente?
Otra actitud confusa, es el miedo a expresar en público sus opiniones.
A varios les recomendé publicar su parecer en la sección de comentarios del periódico,
así todos podrían saber su opinión. La respuesta fue un rotundo no, no tienen
el valor de dar la cara. Son ligeros para soltar la lengua en privado e incluso
insultar, pero “temen como el diablo a la cruz” opinar en público, actúan bajo
la sombra.
Incluso, una de esas voces del miedo osó acusarme de haber escrito el
artículo del sábado 7 de julio pasado por encargo. “Ese artículo parece mandado
a hacer, ahora que lo pienso”, escribió. Quiso decir que me pagaron para
escribir el artículo. “Ni tonto ni perezoso”, le solicité que me dejara en su
negocio, el sobre con el pago, porque de seguro me lo enviaron con ella. Todavía
no sé si es un sobre de los amarillos. Tengo que reconocer que ella se disculpó
más adelante, pero ya el daño estaba hecho y quedó escrito.
¿Por qué, cuando la gente no tiene argumentos recurre a las ofensas e
insultos?
Todavía estoy apenado con la actitud de esta joven profesional de la
arquitectura, sobre todo, porque no tiene necesidad de caer tan bajo, bueno, ¿quién
sabe? Mi padre solía repetir, "nadie vaya a casa'e nadie, que nadie sabe cómo
está nadie".
Al decir del poeta Pablo Neruda, "Los intereses son como
ciclones, rompen la tierra y todo lo que vive" (Leyendo a Quevedo junto al
mar)
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1
02agosto 2018
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