Por JUAN T H
Sí, el Partido
de la Liberación Dominicana no merece el poder. Está derrotado.
La oposición
logró la hazaña, tampoco una poblada popular con las masas en las calles
reclamando derechos y justicia; no fue huelga nacional indefinida, ni una revolución
armada, y mucho menos un golpe de Estado.
Nadie lo hizo,
el PLD se derrotó a sí mismo.
Lo desbordó la
ambición, la acumulación de riquezas provenientes del presupuesto nacional, la
corrupción cada vez más obvia y descarada; la impunidad que caracterizó el
saqueo de los bienes públicos.
El PLD se hundió
en un abismo dejando atrás los
principios y valores que le dieron razón de ser en un momento
determinado. El partido de la entrega nacional al gran capital nacional y
extranjero; el partido que prácticamente regaló los recursos no renovables como
el oro; el que endeudó, irresponsable y desproporcionadamente la nación
empeñando el presente y el futuro de varias generaciones sin lograr resolver
ninguna de los grandes males del país.
El PLD no merece
continuar en el poder. Se descalificó. Sus principales dirigentes y líderes
están agotados y desprestigiados con acusaciones de malversación del dinero del
erario. El caso de Félix Bautista y Víctor Díaz Rúa, secretario de organización
y de finanzas del PLD, respectivamente, es una muestra de apenas dos botones.
Hay otros, claro que hay otros, tan o más poderosos que los imputados. Como
dijera monseñor Masalles, no están todos, falta gente en esa guagua de
Odebrecht. (Yo diría en el gigantesco tren de la corrupción)
Los sobornos por
más de 92 millones de dólares (alrededor de 4 mil 600 millones de pesos)
constituyen “una chilata” con relación a las fortunas de algunos diputados y
senadores, que cogieron adicionalmente 3.5 millones de dólares para la compra
de los aviones Súper Tucano.
Joaquín Balaguer
decía que la corrupción se detenía en la puerta de su despacho. Es posible. No
lo sé. Ahora parece que no se detiene en ninguna puerta. Lo que sí sé es que Balaguer
vivió siempre en un patio de la calle Máximo Gómez, que no se casó nunca, que
no tenía amantes y que no dejó más fortuna que la biblioteca que donó antes de
morir. Juan Bosch, viejo y cansado de
tanto ir y venir, adquirió una vivienda porque unos amigos se la construyeron.
Estuvo casado durante décadas con doña Carmen. Dejó como herencia los libros
que había escrito, los que había leído y una escuela moral que sus alumnos
cerraron con 50 candados. Peña Gómez tras su muerte dejó más problemas que
soluciones a sus herederos. Ninguno de los tres tenía ambiciones que no fueran
políticas. El dinero no fue su norte como lo es hoy entre los empresarios de la
política.
El PLD es una
empresa parecida a una lavandería. Pocos dirigentes pueden justificar las
montañas de dinero que poseen, pues antes de llegar al poder eran “muchachos y
muchachas” sin abolengo, que no sabían cómo manejar una cuenta corriente, que
no tenían tarjetas de crédito, que se transportaban en las guaguas o en
chatarras del concho, que compartían colillas de cigarrillos, que almorzaban,
por cinco centavos, en el comedor de la UASD, muchas veces exonerado a través
de la Federación Dominicana de Estudiantes. Me pregunto cuántos de ellos
resisten una investigación. Muy pocos, creo.
Y mientras ellos
se han enriquecido exponencialmente, de esa misma manera se ha empobrecido el
pueblo. Un partido así, con dirigentes desacreditados, hundidos en el lodo del
cual Reinaldo Pared Pérez (Pechito) dice que no se enlodó, no merece el poder, puede
ganar unas elecciones limpias.
El PLD no merece
el poder, pero tampoco lo merece el partido que no lucha por obtenerlo.
Comentarios
Publicar un comentario