Por Miguel Ángel Cid Cid
En sus inicios, siendo una adolescente recién salida de la niñez,
Catalina se abrazó por necesidad a la “vida
alegre”. En su devenir, Catalina ha repasado la generalidad de los negocios
de prostitución del continente y más allá. Así, cuando el lupanar pasó a
llamarse cabaré ahí estaba ella, igual en el burdel o el prostíbulo, en el
negocio de mala muerte, la barra o el night club, Catalina era la estrella. Estas
empresas cambian su denominación de tiempo en tiempo, según se mueva la hipocresía
modernista.
En verdad, Catalina aprendió el oficio con ligera facilidad, la
maestría en el arte de las caricias le granjeó clientes poderosos desde el
principio.
Su nombre de pila es Catalina Pountale. Al paso del tiempo, su
apellido fue esfumándose. En el barrio era frecuente decirle Catalina la
prostituta. Luego, ella viajó por los países, incluyendo a Brasil donde
adquirió nacionalidad carioca, al regresar consiguió que le llamaran puta, en
vez de prostituta.
-- Yo no soy prostituta, lo que
soy es una puta que se respeta --, afirmaba orgullosa Catalina.
El mote despectivo de “cuero”
solo se escuchaba en ocasiones, cuando en las esquinas del barrio Catalina era
el tema de discusión central en las tertulias callejeras.
-- Esa es una mujer muy
inteligente, ella ha conseguido de todo, tiene casas, apartamentos y vehículos
de lujo --, decían unos, mientras otros le ripostaban.
-- “Cueriando” a ese nivel
cualquiera consigue eso y más, para “cueriar” no hay que ser inteligente
--, afirmaban y a seguidas remachaban, -- lo
más fácil en la vida es hacer lo malo --.
Catalina domina a la perfección trucos que desarrolló de manera
natural. Lo que sucede, es que ella tuvo la virtud de hacer conciencia del
dominio de esos movimientos internos para emplearlos a su gusto y conveniencia.
Por esto, cuando quiere amarrar un cliente se emplea a fondo y logra dejar al
hombre loco por regresar a la alcoba de Catalina. La noticia corrió como pólvora,
Catalina tiene el “coco mor…”.
Una vez el hombre es amarrado, Catalina inicia otro proceso que aprendió
a usar con similar destreza a la del arte de las caricias y el coito mismo. La
puta convence a sus clientes de dejarse fotografiar mientras ella trabaja,
luego viene el chantaje. En ocasiones, se vale de coimas y sobornos para que
lleguen a ella los funcionarios más encumbrados y uno que otros miembros de los
poderes fácticos de la nación. Aquí es donde los fluidos cobran espesura y se
tornan gelatinosos. Entonces, la salsa de Catalina adquiere poderes mágicos.
Como dice la palabra, “nada está
oculto debajo del sol”, esta práctica ilícita fue desvelada y denunciada
ante los tribunales internacionales. En los países por donde Catalina pasó, dejó
establecidas sus empresas características. Descubierto el acertijo, los
cabarés, lupanares, prostíbulos, “cuererías”,
negocios de mala muerte, propiedad de Catalina, están cerrados y varios de sus
vividores guardan prisión desde hace meses.
Hay países cuya aplicación de justicia es diametralmente inversa a la
de sus vecinos cercanos y lejanos. El
único país donde Catalina, en vez de ir a la cárcel logra más y mejores
contratos es aquí, en República Dominicana. Tanto es su encanto que el Poder
Ejecutivo sometió un aumento del presupuesto para poder cubrir los gustos y
excesos de Catalina.
Ahora, después que Catalina se transformó en una persona honorable y
de moralidad incuestionable, ya nadie le dice puta. En el barrio, muy a
escondida, el “tigueraje” se refiere
a ella en voz silenciosa.
-- Esa es Catalina, ella de “cuero”
barata pasó a prostituta, luego le llamaron puta y trabajadora sexual, ahora
dicen que se convirtió en “chapiadora” pero nunca a chapeado un conuco, solo a hombres
que tengan poder y muuuucho dinero --, murmuran los vecinos.
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