Por JUAN T H
El Partido de la
Liberación Dominicana no debió volver al poder jamás tras la experiencia del
periodo 1996-2000 que fue un verdadero desastre con la corrupción campeando en
todas las esferas del Estado, además de la incompetencia en el manejo de la
cosa pública. Tan malo fue ese gobierno que el pueblo lo sustituyó.
El gobierno del Partido
Revolucionario Dominicano, que encabezó Hipólito Mejía, debió descabezar al PLD
sometiendo a la justicia y encarcelando a sus principales líderes y despojarlos
de los bienes adquiridos fruto del tráfico de influencia y la prevaricación.
Elementos había de sobra para terminar con la peste morada. Aunque se hizo el
intento, faltó voluntad y coraje.
Pero el PRD no
ha sido nunca un partido unificado con planes a corto y largo plazo. El PRD ha
sido por años la suma de las ambiciones personales y grupales que le han
impedido coherencia ideológica y propósitos estratégicos. El gobierno de
Hipólito también lo era del presidente del Senado y de la Cámara de diputados, del
presidente del partido, muchos de los cuales se dedicaron a torpedear o impedir
las políticas públicas del mandatario.
Además de la
crisis bancaria, que costó al país más del 20% del PIB, otros elementos, como la desunión y el
proyecto reeleccionista que, como ha señalado autocríticamente el propio
Hipólito, fue una “metida de pata”, impidieron que el PRD se mantuviera en el
poder.
La cosa es que
el PLD volvió al poder, pero con el
propósito de no abandonarlo nunca más. Sus dirigentes principales, Leonel, Danilo,
diseñaron un plan que consistía en apoderarse de todas las instituciones del
Estado bajo el mando de un grupo reducido (Comité Político) que, utilizando
todos los recursos se convertirían en el
grupo económico más grande y poderoso de
la nación.
Para evitar
contratiempos, era necesario liquidar la oposición, lo cual lograron comprando
y destruyendo prácticamente, primero al Partido Reformista, luego al otrora
poderoso PRD. Las bases del PLD quedaron aniquiladas con los programas de
asistencia sociales, las nominillas y otras prebendas. ¡El PLD se adueñó del
país corrompiéndolo!
No hay una
institución estatal que no gire a su alrededor, que no controlen. En los hechos
el PLD es un partido único. La democracia en sus manos es una caricatura, una farsa que sólo sirve para legitimar la continuidad de un
gobierno ineficaz y corrupto que ha elevado la deuda externa a niveles inimaginables
con sus consecuencias devastadoras en el futuro cercano.
(Lo más cercano
a una oposición seria y responsable la encarna hoy el Movimiento Verde que
agrupa a decenas de organizaciones no partidarias integradas por ciudadano
principalmente de clase media)
El PLD después
de 20 años barajando el conocimiento y aprobación de una ley de partidos y
movimientos políticos, más la ley de garantías electorales, dice que está de
acuerdo con su aprobación en lo que resta del año. ¡Por fin!
Me temo que la
nueva ley sea un mamotreto, un instrumento legal que no sirva para nada, un
zarpazo gatopardiano. Cambiar para que todo siga igual, es decir, el uso de los
recursos del Estado, la compra de dirigentes, el transfuguismo, los fraudes
electorales, las Fuerzas Armadas y la Policía al servicio del partido único,
etc. Una ley que legitime lo ilegitimo. Danilo tiene su Congreso. Y lo tiene
para que haga lo que él mande.
La dictadura
constitucionalizada del PLD solo puede ser derrotada con un movimiento, verde,
blanco, azul, Rojo, incluso de un sector
morado, que sea capaz de movilizar a las grandes mayorías para llevar al
gobierno a su propia legalidad, como exigiera en una ocasión Juan Bosch al
régimen de Balaguer.
En un país donde
existe un Partido Único (una dictadura), ¿qué ley de partidos puede conocerse y
aprobarse? La que el PLD decida, a menos claro, que el pueblo le arranque con
su lucha una que garantice un marco jurídico democrático donde la equidad y el
respeto al derecho ciudadano permitan elecciones libres y transparentes.
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