Por Claudio Caamaño Vélez
La clase alta dominicana, la oligarquía, esos que llamamos popularmente
“los dueños del país”, procuran mantenerse en un sitial aparentemente distante
de los procesos sociales; apostando a que no se altere el “statu quo”, que no
haya cambios.
Es un instinto natural: el que está bien no quiere que las cosas cambien.
Pero cada cierto tiempo ese cúmulo de “no pasar nada” encuentra cauce; y
los cambios que por décadas no ocurrieron se dan en un tiempo mucho más breve
de lo esperado.
Como una olla de presión que le tapan la válvula, en algún momento va a
reventar, y esa energía acumulada saldrá con impredecibles consecuencias. A
nuestro pueblo le han cerrado la válvula.
Entre políticos y empresarios han jugado el peligroso juego de contener las
ansias de un pueblo que clama por sus derechos.
Pero es preciso recordarles a esos que acostumbran a mostrarse “neutrales”
(pero que tienden a inclinarse del lado del poder), que los que más tienen son
los que más tienen que perder.
Aquí se está acumulando la indignación, e incubándose un fenómeno social de
características y consecuencias imposibles de predecir o calcular; que cuando
ocurra será muy difícil de contener y controlar, y que muy probable se lleve de
cuajo una serie de privilegios que algunos han llegado a considerar “derechos”.
Esos que tienen mucho, en un país donde la mayoría no tiene nada, deben
tener cuidado de que no haya excusas para que el pueblo asuma de manera directa
la solución de los problemas; en una reorganización profunda son ellos los que
más van a perder.
Y no me vean como un promotor de eso, por el contrario, véanme como el
amigo sincero que les da un sano consejo. Si esto sigue como va, eso pasará,
esté yo aquí o no esté, quiera yo o no quiera.
Dejen por un momento de pensar en los privilegios y ventajas que reciben de
este sistema político indolente. Piensen más allá de sus intereses
particulares, y entiendan que ponerse del lado de las mayorías, a veces, como
sin duda lo es ahora, es esencial para el bienestar individual de ustedes, de
sus negocios, y de sus bienes.
No se puede apretar mucho la tuerca, pues se termina corriendo la rosca.
Aún están a tiempo de ser parte de un bello proceso de cambio cívico, pues de
lo contrario estarán en primera fila para presenciar aquello que jamás hubiesen
querido ver.
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