Por Fabián Díaz
Claro que nos oponemos al cambio de nombre del municipio o a la provincia
de San José de Ocoa. No al reconocimiento de los méritos legítimos y bien
ganados del Padre Quín sino a las pretensiones aventureras de quienes pretenden
borrar de un rayazo la memoria toponímica del heroico municipio sureño.
Además de que se están violando varias normativas, incluyendo la
Constitución de la República, y se le está faltando el respeto al pueblo ocoeño
y a la propia memoria del Padre Quín que pretenden enaltecer.
Esa no es la mejor forma de reconocer el trabajo y la dedicación de
este titán. El pueblo lo lleva
muy adentro y le agradece eternamente por sus grandes aportes al desarrollo de
la provincia. Así lo ha testimoniado siempre. Pero de ahí a aceptar un cambio
de nombre para alimentar los caprichos de intereses foráneas es demasiado.
San José de Ocoa era
puesto desde el 1854 perteneciente a la provincia de Santo Domingo y adscrita a
la común de Baní, según establece la Ley 355 sobre Administración Provincial
votada por el Congreso Nacional el 5 de septiembre de ese año. Dicha ley estaba fundamentada en la división territorial
contemplada en la Constitución de 1844 que establecía en 5 provincias la
división político-administrativa del país. Los puestos militares fueron creados
estratégicamente para garantizar la seguridad e integridad del territorio
nacional.
El 28 de diciembre de 1858 mediante la Ley 567, el presidente General Pedro
Santana, crea la común de San José de Ocoa. El 2 de diciembre del mismo año es
inaugurado formalmente el municipio, pero el ayuntamiento comienza a funcionar
en 1866, su primer síndico fue Casimiro Pimentel. En 1895, fue transferido a la
provincia de Azua. Cuando se creó en 1944 la provincia Peravia, San José de
Ocoa pasó a ser municipio de esta provincia. Como se puede apreciar San José de
Ocoa se ha hecho adulta con ese nombre y quedó coronado cuando en el año 2000
se crea la provincia del mismo nombre mediante la Ley 66-00 haciendo realidad
una vieja aspiración de los ocoeños/as que hasta entonces había sido un
municipio de la provincia Peravia.
Como afirma el periodista ocoeño, Luis Encarnación en su artículo del 20 de
julio en Listín Diario ésta "debería
ser idea, decisión y motivación de todos los ocoeños, sin distinción ni
banderías, como elemental muestra de agradecimiento y reconocimiento colectivo
al autor de la obra inmensa de la que hemos sido testigos."
Eso, si estuviera en
discusión el cambio de nombre, que no es el caso. Lo que hay que discutir,
elaborar, coordinar e implantar es el Plan Integral de Desarrollo de San José
de Ocoa para superar el lastre dejado por la falta de visión de quienes han
dirigido las débiles instituciones ocoeñas incorporando a los actores sociales
y a la ciudadanía en general a esta magna tarea.
El proyecto de ley fue remitido a la Cámara de Diputados luego de ser
aprobado en el Senado, donde había sido introducido en el año 2007. Se ha
anunciado que se hará una consulta luego de un rechazo generalizado de los
munícipes a la iniciativa del senador Pedro Alegría, ya que para la elaboración
del proyecto no se cumplieron los requisitos legales que conllevan consultas a
la ciudadanía, así como estudios previos que justifiquen el cambio de nombre.
Si se consultara al pueblo para cumplir con las formalidades normativas
igualmente se le diría que no. El propio
Quín se opondría desde su morada celestial. Este nombre implica para los
hijos/as del Maniel una síntesis grata de su existencia. En él confluyen
nuestro legado aborigen y la herencia de fe católica.
Sin duda que la propuesta de cambio de nombre es improcedente e inoportuna,
ya que no aporta en nada al desarrollo del municipio, salvo que no sea
trastornar la tranquilidad de los ocoeños/as. Rechacemos las propuestas y
busquemos otras opciones más enaltecedoras y menos oportunistas. Paremos el odioso
culto a la personalidad que se ha impuesto en el país. Imitemos las buenas
acciones y los ejemplos testimoniales de buen vivir para convertirlos en
nuestros referentes pero honrémosles con el trabajo no con la apariencia.
Conservemos el orgulloso gentilicio preservando también su base jurídica.
Pensemos en la memoria de nuestros antepasados, defendamos nuestra herencia
cultural, el fundamento de nuestras raíces como pueblo y mantengamos en alto el
digno nombre que llevaron las huestes ocoeñas en las gestas patrióticas que les
tocó librar durante las luchas de consolidación de la Independencia Nacional
iniciada en 1838 con la creación de la Sociedad Secreta la Trinitaria.
La historia es, ha sido y será siempre el referente idóneo para mirar
las huellas de quienes nos antecedieron.Defender al pueblo y sus valores como lo defendió siempre el abnegado
sacerdote que nos dignó con su grata y fructífera presencia, estableciéndose en
nuestras tierras para acompañar al pueblo en la ardua lucha la tierra, por la
protección de los recursos naturales, contra el analfabetismo, el aislamiento,
contra la desigualdad, la exclusión, la injusticia y la represión. Emulemos su
entrega al trabajo, su opción por los pobres, marginados y excluidos pero no le
adulemos.
Respetemos y
reverenciemos la memoria del Guayacán, así como la de todos los hijos e hijas
de San José de Ocoa que han trabajado y luchado por la libertad, la igualdad y
el desarrollo integral de la patria chica, del país y del mundo. Reivindiquemos la memoria
histórica y reconstruyamos la historia a partir de rico legado que nos dejaron
los aborígenes, los cimarrones, los patriotas y revolucionarios, así como a la
gente humilde del pueblo y con ellos habremos honrado la memoria de los buenos
hijos del antiguo Maniel, incluyendo al Padre Quín.
¡OCOAAAAA
SIEMPREEEEE!
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