Por JUAN T H
Aquí y en
cualquier país del mundo la Policía es un cuerpo represivo al servicio del
gobierno y de los poderosos sectores burgueses y oligárquicos que los
sostienen. El carácter de clases de los organismos represivos del Estado no
puede obviarse en ningún análisis serio.
Culpar a la
Policía del auge de la delincuencia y la criminalidad es injusto. La Policía de
hoy es la misma de Trujillo, Balaguer, Antonio Guzmán, Hipólito Mejía, Leonel
Fernández y Danilo Medina, aunque con matices distintos según el carácter que
va tomando la sociedad. Pero la parte represiva (persecución, apresamiento,
tortura y hasta muerte de los pobres que no tienen ni con que caerse muertos)
no puede perderse de vista al enfocar el problema.
La Policía,
corrompida, abusadora y brutal, es una
expresión del gobierno que crea los cinturones de miseria.
La inseguridad
ciudadana está estrechamente vinculada a la pobreza. A mayor niveles de
inequidad económica y social, mayor criminalidad. Está demostrado. Mientras en
Holanda y otros países desarrollados de
Europa están cerrando cárceles porque los delitos y los crimines han descendido
extraordinariamente, en nuestro país hay que construir más recintos.
La riqueza
nacional está concentrada en menos de 30 familias, mientras el resto vive en
pobreza o extrema pobreza. Entre el 23 y el 24% de nuestros jóvenes ni trabaja,
ni estudia (los famosos “NI/NI). Es una franja muy grande de muchachos que ante
la imposibilidad de vivir decentemente con familias funcionales, estudiando y
trabajando, no tienen más opción que delinquir, incluso matar para sobrevivir.
Esos jóvenes
caen en la delincuencia, el tráfico y consumo de drogas públicamente, con
grandes resentimientos sociales; sin ningún amor por la vida aneja o propia.
Muchos mueren en los famosos “intercambios de disparos” de la Policía. Ellos
“valen menos que la bala que los mata”, como dijera Eduardo Galeano.
No es casual que
los asaltantes, violadores y asesinos sean jóvenes, con menos de 20 años de
edad. Ellos forman parte del desecho social. A ellos el presidente Medina jamás
les hará una “visita sorpresa” en los cementerios o en las cárceles.
Hasta que el
gobierno no enfrente la pobreza y la marginalidad invirtiendo los recursos que
haya que invertir construyendo escuelas, politécnicos en los cinturones de miseria, mientras o invierta en
las familias con políticas públicas no con el garrote y el crimen legitimado
por el Código Procesal Penal, la delincuencia seguirá azotando a una buena
parte de la población.
La Policía no es
la responsable de la inseguridad, es el gobierno y quienes desde posiciones
económicas encumbradas, condenan a los pobres a la cárcel o la muerte. La Policía simplemente juega el rol
para el cual fue creada: Reprimir a los de abajo; nunca a los de arriba.
Además, ¿qué podemos esperar de una sociedad
desvalorizada?
Con los cientos
y tantos miles de millones de pesos que se lleva la corrupción de los políticos
y los funcionarios se roban años impunemente, el gobierno puede combatir la
delincuencia con éxito.
No es
encarcelando y matando a los delincuentes, que el propio Estado genera, es acudiendo
en su auxilio con políticas públicas
bien diseñadas y con mucho dinero para invertirlo en educación, salud,
vivienda, empleo, recreación, etc.
Yo no culpo sólo
a la Policía, culpo principalmente al gobierno y sus corruptos.
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