Percival y Maquiavelo


Por Juan Santos

Amigo Percival reconozco su dolor al igual que el de los demás padres de todas aquellas personas que han caído en el conjunto de hechos de sangre que en lutecio al país.

Leí en sus ojos el dolor de la muerte, la frustración que da tener que vivir dentro de un sistema judicial y policiaco corrupto donde las fichas investigativas en pocas ocasiones se colocan en ara de desarrollar un procedimiento justo que arroje resultados conforme a los hechos.

No puedo justificar las acciones de su hijo bajo la simple tesis de Maquiavelo “EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS”.

Primero: porque no está claro cuál era el Fin perseguido por su hijo; segundo:

Porque me he negado a aceptar este concepto como vía para lograr objetivos, ya que si los medios empleados han causado efectos desagradables a la sociedad tenderán a contaminar el Fin y un Fin contaminado por mas bonanzas que traigas al final será menos favorable que la ausencia del Fin no logrado.

De sostenerse la tesis de Maquiavelo, los que se encargarían de darle sostenimiento al Fin estarán tan infectados por los hechos vividos que jamás podrán deshacerse de sus sombras y estas perseguirán al objetivo logrado hasta convertirlo en un mal que generará daños peores a los producidos por los medios que les dieron origen.

Sin embargo señor Percival, es justo reconocerle que usted ha señalado el más bochornoso fraude que se le ha hecho a la sociedad dominicana, el cual no ha recibido sanción penal, ni civil, ni mucho menos moral.

Como si se tratara de un cuento de ada, los autores de esta estafa han sido beneficiados con el manejo casi total de la justicia, pudiendo decidir en la actualidad quien tiene el derecho de accionar en ella y quien no, pues la constitucionalidad de las leyes actúa como una especie de policía que te puede parar en cualquier esquina, dentro del ámbito de los procedimientos judiciales.

Es la mafia perfecta, la dictadura con respaldo monetario, la que recibe el silencio de los medios y la pasividad de la ignorancia, la que se alimenta de la ausencia de leyes que le impida a los partidos políticos postular a cargos a personas sin valor moral, ni ético, peor aún, sin concepto de país ni de patria.

Es la que camina escoltada por el cuerpo judicial y policial más corrupto del mundo occidental, la que permite impunidad sin control, eso sí, cuando dicha impunidad busca favorecer a la triada constituida por direcciones partidarias, congreso y sectores empresariales diversos.

Fuera de ahí, hay que darle su reconocimiento, no se sorprenda si alguna calificadora de renombre internacional le otorga, con merecida razón, el máximo galardón en materia de investigación y combate a la delincuencia, eso sí, para que estas arrojen resultados positivos es necesario que tengan como objeto el apresamiento de un hijo de machepa que se robo dos chancletas o que regentea el punto de drogas que abastece al pordiosero adicto del barrio capotillo.

En años atrás el país no exhibía tanta modernidad, no estaban presente los altos rascacielos, los lujosos Mall, las modernas líneas ferroviarias, por solo mencionar algunas áreas.

Lo que si teníamos eran tribunales que conocían demandas con sus respectivos acuerdos, pues los acreedores no contaban con procedimientos acelerados, ni podían elevar los intereses a niveles tales que haga de la adjudicación de la propiedad la única salida como sucede ahora.

Demasiado bueno para ser duradero, un cuerpo de legisladores corruptos e indolentes salvo contadas exenciones decidió reformar el código monetario y financiero desatándoles las manos a todo aquel que tenia capitales esencialmente a los banqueros quienes rápidamente impusieron su ley, robándoles así el sueño y la dignidad a todo un pueblo.

Pese a las deshonestas actuaciones del sector bancario hoy se le otorga el derecho a decidir quién va en el carril constitucional y como si eso fuera poco, también la autoridad máxima del órgano que decide quien gobierna el país.

Estamos frente a la dictadura perfecta señor Percival, la que hace del Palacio Nacional un nido de pichuelo; De jueces y policías, payasos, mercaderes y mendigos; De comunicadores, caricaturas, rufianes de las mentiras, propagadores de la verdad en calzoncillos; De dirigentes políticos, chivos expiatorios sin puertos de salidas ni puertos de llegadas.

“BIENVENIDO A LA DICTADURA DE LOS BANQUEROS”


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